Estamos en época de premios, los Oscars, los Globos de Oro y los premios de los sindicatos se encargan de entregar una estatua dorada a lo mejor del cine y la televisión, mientras que la música se resume a una sola noche: Los Grammys.
De acuerdo, hay otros premios musicales: MTV sigue entregando estatuillas y los BRIT awards son importantes para la cultura inglesa pero los Grammys son los de mayor audiencia, mayor relevancia cultural y mayor peso económico y al mismo tiempo son siempre tratados como un gran chiste.
Los Grammys se han ganado esta fama a pulso. Hay varios incidentes recordados, la vez que Jethro Tull ganó el primer premio a disco de metal por encima de ‘…And Justice For All’ (1988) uno de los discos más influyentes de género. Podemos marcar su apreciación de la música latina juntando rock, hip-hop y música alternativa en un solo premio, dándole uno propio al pop y dejando los otros dos para géneros folklóricos de México.
Está desconexión aparente del premio se suma además al efecto que una nominación no tenga el mismo efecto en las ventas que si tiene para una película una nominación al Oscar. Aunque en años recientes están más conectados a su audiencia de todos modos es sorpresivo ver discos como ‘Lemonade’ (2016), ‘Kid A’ (2000) o ‘The Marshall Mathers LP’ (2000) lejos de los grandes premios o este año no tener a ‘Sweetener’ entre las principales nominaciones.
Todo esto sin destapar la nominación a mejor artista nuevo, que salta entre la irrelevancia del ganador y dárselo a artistas que de nuevo tienen poco (este año sin ir muy lejos Dua Lipa y Bebe Rexha están en las nominaciones), particularmente en la edición latina. Esto llega al punto que se habla de la maldición del premio a mejor artista, de hecho ejemplos recientes de artistas que se esfumaron luego de ganarlo incluyen fun. y Meghan Trainor. Una mezcla de factores que nos da más de un chiste en Los Simpsons.
Entonces, sabiendo los errores graves que han cometido los Grammys: ¿Porque aún les damos importancia? Pues por que es la industria de la música premiandose y celebrándose a sí misma, y nos gusta la confirmación de que es importante. Puedo decir personalmente que salte en mi silla cuando ‘Random Access Memories’ ganó disco del año en la ceremonia de 2014, parecía una confirmación de la importancia de uno de mis trabajos favoritos, aunque ya era un éxito de ventas y críticas y claramente no necesitaba de los Grammys para ser un clásico moderno.
De ese equilibrio viven, y existen los premios. Es verdad que el año pasado ‘4:44’ de Jay-Z y ‘Damm’ de Kendrick Lamar quedaron por fuera, pero la controversia posiblemente de su derrota probablemente les sirva a ambos lanzamientos como parte de su historia, es poco probable también que cambie la narrativa alrededor de ‘44K Magic’ de Bruno Mars, un disco que antes y después de ganarse el premio sigue siendo considerando un buen trabajo retro y poco más. Pero no por uno se decepciona menos de ver piezas clave ignoradas, ni puede evitar emocionarse cuando Childish Gambino es finalmente reconocido o “Feel It Still” es premiada.
Si algo tienen los Grammys que pesa más de la satisfacción que nos puedan dar como fanáticos es, sin embargo, la oportunidad de los artistas de ser conocidos por un público nuevo. Una presentación de un Grammy puede servir para disparar una carrera, o darle una nueva imagen a una artista pensemos respectivamente en Kendrick Lamar disparandose a la estratosfera luego de compartir tarima con Imagine Dragons, o en Lady Gaga ganándose al público más tradicional al compartir tarima con Tony Bennet, o enfrentándose a las dificultades técnicas junto a Metallica. Una buena presentación en la ceremonia puede valer tanto como el gramófono.
Entonces este domingo cuando veas los premios despreocupate. Tus artistas favoritos seguirán teniendo el mismo peso aún sin el gramófono. Piensa más bien en lo importante de su presentación y su impacto. El arte no es fácil de comparar, pero los Grammy tampoco han demostrado ser un gran medidor.