A veces pasa que escuchas un disco y no te engancha a la primera. Quizás tampoco a la segunda. E, incluso, le das una tercera oportunidad y es posible que no encuentres el encanto. Eso sí, no sucumbes a la masa que lo idolatra porque, quizás, no es para ti y punto pelota. Un día te sientes de cierta forma y de fondo escuchas una canción que rima con tu situación, sea buena o mala, y ahí es cuando entiendes que hay discos para cada ocasión y solo hay que esperar a que las canciones te encuentren para poder sacarles la miel que llevan dentro… y cuando eso pasa, ya no puedes parar de escucharlas.

Así me sentí aquel abril de hace diez años en el que Americania mostró al mundo su segunda creación de estudio como banda, La Fiesta del Rey Drama (2013, Discos Caracas) o simplemente ‘Rey Drama’, como ellos mismos, Italo, Álvaro y Armando, preferían llamarle. Simplemente, no estaba listo, y el agua me sabía más que la opinión de los demás (soy alternativo y diferente, claro que sí) y no podía ver en ese momento que estaba delante de un disco que tocaría mi vida de una forma que no sé si fue la misma que lo hizo con las de otros, pero que le ganó un espacio importante dentro de mi subconsciente y el colectivo. 

Recuerdo escribir unas letras apresuradas para compartir cómo me sentía al respecto en una página que creé hace ya 13 años (y que unos ladronzuelos de poca monta decidieron robar, pero ya eso es otra historia) y mi primera impresión fue bastante tibia: Le di un 7.1 de 10, si es que eso significa algo, y si bien hoy en día no sé si quiera darle una calificación numérica, todavía me sigue gustando más su primer disco, Sigo (2011), del que escribí en Cúsica hace un par de años, pero debo decir que La Fiesta del Rey Drama alcanzó una cima de sofisticación y craftmanship musical que a día de hoy pocos trabajos en Venezuela han logrado.

Como cada aniversario redondo de los discos que nos marcaron, Cúsica me invitó a escribir unas líneas para desmigajar uno de los trabajos más icónicos, recordados e importantes del sonido musical alternativo de la Venezuela de la década pasada, que funge como uno de los más radiantes y últimos fulgores del –por ahora– último quinquenio dorado de la música local (2008-2013)

Guerra (avisada)

El camino que llevó a Americania a hacer La Fiesta del Rey Drama tiene un antecedente que levantó la sospecha del vuelco musical que daría el trío: El Concierto en la Sala (2012), primer y único trabajo en vivo de la banda donde mostraron las canciones de su primer álbum y una extra, El Hazmerreír, en un ambiente ultra íntimo en la sala de la casa de uno de sus integrantes. 

Con los nuevos arreglos de esas primeras canciones que mostraron al mundo, Americania sentó las bases de su nuevo norte musical, usando a El Hazmerreír como una bisagra entre un álbum y otro. Se trata de un tema melancólico que también formaba parte de sus sets en vivo, que de alguna forma se siente como el camino espiritual que atravesó la banda para ‘Rey Drama’.

A partir de allí, la banda viajó a Nueva York y se sentó con Hector Castillo, en cuyo currículum figuran créditos con Bowie, Cerati, Los Fabulosos Cadillacs o casi cualquier artista importante latinoamericano de los últimos años, con quien dieron forma y fondo a una colección final de once canciones que se pueden considerar un cisma de toda ley, en el que el trío decidió cambiar radicalmente su sonido a algo que, aún hoy, sigue sintiéndose novedoso dentro de la escena local.

Parte de ese cambio de sonido es virar hacia las sonoridades acústicas, y al uso del piano y del ukulele. Curiosamente, es uno de esos pocos discos en los que el sonido del instrumento de origen hawaiano no es pariente de las peores cacofonías o no supone un nivel de hastío más allá de los 5 minutos de escucha. En este caso, se siente que llena el espacio que tiene que llegar y su “tiempo en pantalla” es el justo y necesario.

Sin embargo, el verdadero protagonista del disco, es el santo y seña que ha identificado al grupo desde su victoria en el Intercolegial Nuevas Bandas 2009: El juego de armonías entre las voces de sus tres integrantes. Desde Emilia, la primera canción que compusieron para el álbum, y que, muy aptamente, lo abre, Italo, Armando y Álvaro unen sus voces para emocionar, dejándonos claros que no perdieron condiciones con respecto al disco anterior, sino que perfeccionaron aún más la técnica.

Si terminas de escuchar Sigo por primera vez y te adentras en La Fiesta del Rey Drama, notarás que, además del giro de tuercas al sonido de la banda, hay un cambio en las voces principales del grupo: Armando y Álvaro dejan de ser meros acompañantes de la voz de Italo a ser las voces principales de canciones compuestas principalmente por ellos mismos, como Estoy Afuera, Sal o Yo Malandro por parte de Armando, que serían los primeros coqueteos con el sonido al que llegó con Recordatorio, y Silencio o En la noche te perdí en el caso del segundo, dos temas muy del rock argentino que tanto le gusta al también baterista del grupo, una faceta que exploraría más en su gran álbum debut, Salto De Fe (2020).

No estar solo, hablar de lo que me pasa

Es evidente que, con este cambio de setting, la banda tenía que encontrar cómo traducir el álbum en vivo. Para esto, reclutaron a, entre otros, Boston Rex (Tomates Fritos) y la cellista Ana Elba Rodríguez, que ya había formado parte de su Concierto en la Sala, quienes se rotaban instrumentos con los tres miembros de Americania.

De la mano de Discos Caracas, desaparecido sello donde compartían con La Vida Bohème –y otra agrupación caída en desgracia y escondida en Buenos Aires, que no vale la pena mencionar en este texto– hicieron una gira por distintas ciudades del país.

Parte de esa gira incluyó una función en el Teatro Teresa Carreño, junto a sus compañeros de label, quienes estarían presentando sus nuevos trabajos musicales, todos salidos en 2013 en torno a las mismas fechas. A día de hoy, lamento cada cierto tiempo no haber ido, porque se recuerda como uno de los momentos más importantes del año a nivel musical. Para siempre quedó marcado en la memoria de todos los asistentes ese cambio en el escenario rotatorio del recinto donde Americania terminó de tocar y la pieza comenzó a girar mientras La Vida Bohème iniciaba los primeros compases de Cementerio del Sur

Esos pequeños momentos, y la buena compañía y recepción de la que siempre gozaron en la escena local, hace entender que Americania tenía ese algo que te hacía conectar. De alguna forma, Italo, Armando y Álvaro lograron compenetrarse con quienes les dio el chance de escucharlos y no decidió rendirse a solo decir que “todas las banditas caraqueñas sonaban igual” porque, además de ser una falacia de la que podemos discutir por horas, no había ninguna banda local que sonara como Americania (ni siquiera todas las que intentaron copiarse después). El entramado musical, aparentemente minimalista, obcecado al feeling y a los sonidos acústicos, escondía una complejidad que solo era exacerbada por el inimitable sello del grupo a nivel armónico.

La portada de ‘Rey Drama’, de alguna forma, hace un perfecto resumen de lo que escucharás en el álbum. Tres misteriosas chicas (Diana Pinedo, Adriana Gilson y Verónica Izaguirre) posan con miradas perdidas mientras sostienen un globo negro cada una. En el interior, unas agujas simbolizan la vuelta a la tierra. Este concepto, creado por Armando Áñez y José Ostos, de alguna forma emula ese proceso entre enamorarse y desenamorarse, que está perfectamente retratado en cada una de las canciones del trabajo.

Más allá de lo musical, Americania dejó claro que su forma de hablar sobre lo que nos pasa, de alguna forma sentado en tu propia cabeza mientras rumias todo lo que pudiste haber hecho mejor internalizando lo que sientes, era algo también único, pues, aunque suene simple, “cae un palo de agua y son mis lágrimas” asoma una intención poética tremenda y una forma de dibujar claramente una imagen de lo que quieres decir; mientras que decir que la tristeza rasguña en vez de golpear, puede entrar dentro de las mejores letras que ha tenido el pop rock veneco; y, al escuchar más de cerca, entiendes que Sed no es la única gran canción del álbum, sino que todas tienen al menos una línea, un momento, o sencillamente algo que hechiza.  

Volver a vernos perdidos

Por ahora, ese hechizo que hicieron a sus oyentes no se ha roto. La gente sigue llorando escuchando esta colección de canciones. Todavía las sienten suyas, y las visitan cuando se sienten tristes o, por el contrario, cuando quieren recordar el momento donde todo empezó.

Quizás la poca cantidad de conciertos que dieron en Venezuela por culpa de vivir en ciudades diferentes, incluso desde el lanzamiento de su primer disco, previno que la gente llegara a considerarlos menos interesantes o novedosos, pero creo que ese argumento flaquea cuando ves en redes sociales al menos un tuit por semana de alguien diciendo que no va a superar nunca este disco. 

Evidentemente, no podíamos dejar de consultar a los protagonistas de esta obra sobre sus impresiones a diez años de su publicación.

Álvaro Casas:  «En primer lugar, ‘La Fiesta del Rey Drama’ es un disco que nace desde la honestidad, desde la sinceridad y sin muchas pretensiones. Italo, Armando y yo nos alineamos: ellos estaban en Madrid, yo estaba en Caracas y una de las cosas que hablábamos es que queríamos respetar la esencia y el corazón de las canciones y por eso es que la instrumentación es tan variada. Respetamos las maquetas, cómo nacieron las composiciones y no llevarlas hacia lo “rockero”, sino a lo que pedía cada canción. Siento que también por eso es un disco menos rockero que el primero, obviamente, y también una música menos popular o menos de lo que se estaba haciendo en la escena. Yo siento que por eso es que el disco no caló tan rápido, pero es un disco que ha madurado y ha crecido con los años y es porque es un disco muy honesto con el que muchas personas conectan, pero era distinto a lo que se venía haciendo.

En segundo lugar, es un disco que significa mucho para nosotros, porque nos abrió y nos enseñó sobre todo y la mayor enseñanza es que nos dio un camino en la música. Después de ese disco, Italo, Armando y yo sabemos qué nos gusta hacer en la música, qué camino trazar con la música y sobre todo cómo contar y transmitir a través de la música, cómo escribir las letras, cómo respetar la esencia de las canciones. Que la música sea sincera por encima de todo.

Como dato curioso, y creo que mucha gente no lo sabe, el disco lo iba a producir Henry D’ Arthenay (La Vida Boheme), lo íbamos a grabar en Madrid; al final Henry se complicó por proyectos con LVB y surgió la posibilidad de hacerlo con Héctor Castillo (Sentimiento Muerto / Dermis Tatú) en Nueva York, entonces ahí cambió completamente el plan dos meses antes de entrar a grabar».

Armando Áñez: «Me sorprendí en estos días cuando me enteré que ‘Rey Drama’  cumplía 10 años. Yo juraba que era más viejo y todo, ¡se siente vidas atrás! Qué bonito que la gente siga conectando con las canciones y se les aprecie tanto. Recuerdo con especial cariño la época de componer y maquetear las canciones con Italo y Ava. Estábamos obsesionados con The National y jugábamos a ser ridículamente honestos con las letras, y si una frase nos daba un poco de vergüenza al cantarla, nos moríamos de risa ¡y sabíamos que esa era la buena! Sin darnos cuenta, creo que estábamos canalizando un montón de tristeza acumulada jugando a la música».

Italo Pizzolante: «Con ‘La Fiesta del Rey Drama’ pudimos ponerle música a una melancolía que cada uno de los tres, de forma única, estaba viviendo en sus 20, y que caricaturizamos bautizándolo así. Fue la primera vez que todos compusimos y cantamos, porque todos teníamos algo que decir y siempre hemos hecho música desde la necesidad. El disco le sirvió de bálsamo a una comunidad que, como nosotros, estaba viviendo un momento personal muy movido: por la edad, por el país, por estar lejos de quienes queríamos, por lo que fuera. Pero esto no lo hicimos a propósito y esa ingenuidad hizo que el disco se sintiera real y conectara.

Son 11 canciones que se sienten como una sola, porque todas invitan a su manera a lo mismo: ir adentro y reconocer lo que sentimos. Ahora todo el mundo habla de la vulnerabilidad, pero hace 10 años era todavía terreno femenino –quizá por eso la portada. Ese carácter de ‘La Fiesta del Rey Drama’ de adelantarse, ha hecho que envejezca bien y que chamos que hoy tienen 20 años sigan sintiéndose identificados y nos pidan que sigamos haciendo música. Por pocas cosas en mi vida me siento tan complacido».

Este es de los pocos que puede tener esa cualidad en la escena local y creo que, en parte, se debe a la ausencia de “sencillos”. Ojo, sin malinterpretar: Americania tiene palazos en este álbum que pudieran sonar en cualquier radio, pero Estoy Afuera, Sal, que fue el primer corte de difusión del ‘Rey Drama’, fue el que más sonó en radios y no por eso la gente la recuerda más que a Emilia, Sed, o Silencio. Esto creo que es a lo que todo músico aspira cuando hace un disco, porque Americania logró que todas las canciones fueran importantes, que todas dijeran algo, o que te llevaran de la mano a un sentimiento. Que no se pudieran borrar tan fácilmente y que la gente no desiste en su sueño de escuchar en vivo algún día.

La evidencia arroja que el grupo se ha “reunido”, no solo informalmente o en las bodas de sus amigos, sino en tarima, pues pudimos verlos para tocar una sola canción en los conciertos de Recordatorio cuando presentaba su más reciente disco, Tomas Verdes, en la hermosa Sala Clamores de Madrid; y Ava Casas, quien vino de viaje por Europa y aprovechó de tocar su álbum en la Sala Vesta de la capital española. Se les vio contentos, como si no hubiera pasado el tiempo, porque entre ellos no pasó más nada que la vida y las ganas de buscar nuevas cosas que hacer.

Mientras tanto, este disco sigue ahondando la herida que dejó la primera vez.