El teatro y la música tienen un mismo origen. Nacen, ambos, del hombre y de su necesidad de entenderse y de su necesidad de darle sentido a la vida. Desde lejos, la música y el teatro pueden parecer meras actividades lúdicas, pero basta con observarlas con detenimiento para darse cuenta de que son mucho más que eso. Si existe alguna definición para estas dos actividades podría ser, tal vez: Iniciativas para ahondar en la existencia.

No nacieron juntas, ni en la misma época. La música es milenaria, el teatro no. La primera nació con el mundo, la segunda nació con el hombre; sin embargo, ambas hacen una dupla admirable e inseparable que ha ayudado al hombre no solo a embellecer su interior, sino también a embellecer al mundo y a sensibilizar al prójimo.

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La compositora mexicana, Lucía Álvarez, publicó en el año 2014 un libro titulado ‘La Música, el Dionisio vivo’. En este texto, recomendado para todos aquellos amantes de la música, la escritora hace un completo y agradable viaje por la historia de la música y su dimensión filosófica. En el momento de hablar sobre la música y el teatro, la artista señala que la música siempre ha sido, desde el inicio del teatro en la época de la Grecia antigua, una colaboradora indispensable para la consolidación de este arte.

Álvarez explica que desde los albores del teatro, la música ha jugado un papel muy importante y no solo como acompañante, sino sobre todo como afianzadora de las ideas de la obra. Dentro de las primeras obras del teatro griego, existía una figura que se conocía como «Coros», estos coros estaba constituido por varias personas y representaban un papel dentro de la obra, casi siempre como narradores y como comentaristas. Estos coros, explica Álvarez, solían interactuar mediante el habla, pero sobre todo mediante el canto.

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Por otro lado, dentro del escenario estaban algunos músicos quienes eran contratados por el organizador del evento. Estos músicos que solían utilizar instrumentos como la flauta y la lira tenían un papel muy importante ya que solían guiar las entradas y salidas de los actores y del coro. Es decir, la música no solo estaba de fondo sino que también ayudaba a orientar a los actores y a darle forma a todo el espectáculo.

Como explica Álvarez (2014), con la evolución del teatro, la música también lo fue haciendo y su papel dentro de ese arte también fue cambiando, se fue volviendo más significativo. Por ejemplo, en el teatro romano la música tomó más fuerza y se utilizaban más músicos. De igual manera, en el teatro medieval, casi siempre asociado a asuntos religiosos, se utilizaron los potentes y famosos cantos gregorianos y ambrosianos. Más adelante, en el teatro renacentista, la música se vuelve protagonista con la ópera, que también se utilizó en el teatro isabelino y en el teatro español de finales de la Edad Media.

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En esa misma dirección, el teatro y la música siguieron su camino como compañeros inseparables y llegaron hasta el melodrama del siglo XVII, pasaron por el teatro expresionista del siglo XX y finalmente se fusionaron con otras corrientes creando así nuevas artes como el cine, la comedia musical y el performance.  

Hoy en día ambas artes siguen enseñándonos e iluminándonos tanto juntas como divididas. El Circo del Sol es un ejemplo de cómo estas dos expresiones han evolucionado y se han perfeccionado con el tiempo.

Dentro de nuestro país ambas corrientes artísticas han tomado mucha fuerza y cuentan actualmente con grandes exponentes. Su desarrollo, a pesar de la delicada situación económica, ha sido muy grande y lo será aún más cuando Venezuela retome el camino de la democracia.