“Desarrollar un oído para sonidos musicales es como desarrollar un ego.
Empiezas a rechazar sonidos que no son musicales,
y de esa manera te privas de una buena porción de experiencia”
John Cage
En una era donde la tecnología forma parte fundamental de nuestras vidas, es normal pasar tu tiempo abstraído con tu teléfono y un par de audífonos, enfocando toda tu atención en la línea del bajo de «Snow» de Red Hot Chili Peppers, preguntándote por qué Flea aún no te ha adoptado. Entre todo esto, terminas pasando por alto los sonidos que te rodean, el ruido exterior que se ha vuelto parte de tu cotidianidad, y das por sentado. ¿Qué sucede cuando en lugar de ignorar estos sonidos decides poner atención? Te darás cuenta de que hay montones de detalles que te has estado perdiendo. Por suerte, desde hace décadas ya han habido quienes se han fijado en esto, y más allá de simples ruidos aleatorios, han conseguido la musicalidad en ellos. El ejemplo más memorable es el vanguardista John Cage, quien en los 50s generó controversia en la comunidad artística con su obra “4’ 33’’”. Cuatro minutos treinta y tres segundos en los que los ejecutantes de la pieza guardan silencio, con la azarosa intención de que los sonidos que realice el público sean la “música” en sí. De Cage podemos encontrar muchas más obras, destacando “Water Walk”, donde diferentes elementos como una regadera, un jarrón con rosas y hasta una bañera son los que conforman el conjunto de instrumentos musicales. Haciendo uso de estos crea una canción, genera música, que para él se define como “sonidos organizados”.
Mucho ha cambiado desde entonces hasta el día de hoy. Transformaciones sociales, culturales y, sobre todo, tecnológicas, han favorecido en la creación de material artístico, particularmente en el mundo de la música, donde tan solo con ayuda de tu computadora puedes componer discos enteros desde la comodidad de tu cuarto. Debido a esta especie de “comunismo” musical, montones de artistas nacen cada día, llevando al mundo miles de nuevas canciones, y destacar entre tantos es el verdadero reto. La creatividad e innovación se vuelven indispensables. Muestra de esto es el artista italiano Diego Stocco, compositor y diseñador de sonido, reconocido en la industria por la composición y participación en las bandas sonoras de películas como Sherlock Holmes, o de videojuegos de la saga de Assasin’s Creed, Transformers y hasta Call Of Duty.
Stocco se hizo viral gracias a una serie de vídeos que ha montado en YouTube, donde muestra cómo hace música con cualquier tipo de elementos, que van desde árboles a tazas de café. Gracias a sus conocimientos y técnicas, con ayuda de un buen equipo, puede convertir el sonido más corriente en una pieza de arte. Además de ser diseñador de sonido, se le da también el arte de la ingeniería, pues ha llegado a construir sus propios instrumentos. Para su “Experibass”, Stocco transformó un contrabajo, dotándolo de partes de otros instrumentos. Construyó una especie de criatura a lo Frankenstein, capaz de generar toda una gama de sonidos, a partir del cual compuso una pieza llena de profundidad y ritmo, que más tarde llegó a formar parte de la banda sonora de la película Sherlock Holmes.
Entre otros de sus vídeos más populares está “Music From a Tree” («Música de un árbol»), y “Duet for Leaves and Turntable” («Dueto para hojas y tocadiscos»). Pero cuenta además con una serie de vídeos que provocan un poco más de reflexión, que son sus improvisaciones. Stocco logra componer piezas sirviendo una taza de café, o con un ruido que descubrió colocando un plato de vidrio sobre la mesa de su cocina cuando iba a cortar un trozo de torta. Otro muy popular es uno donde produce y recoge ritmos dentro de una tintorería. Pasando un día junto al local, se dio cuenta de toda la cantidad de sonidos interesantes que se emitían desde ahí, y decidió trabajar con eso.
Jugando con diferentes elementos que forman parte de su cotidianidad, Stocco compone piezas musicales de calidad, y no necesariamente de acordes y coros con líricas pegajosas. Es aquí cuando pensamos si estamos prestando la suficiente atención a nuestro entorno. Pasamos por alto tantos aspectos de nuestra realidad. Quizás si nos quitamos los audífonos, levantamos la cabeza y miramos el mundo con un poco más de curiosidad e inocencia, descubriríamos una realidad completamente distinta al ruido al que estamos acostumbrados y que damos por sentado y empezaríamos a ver más arte.