En marzo de 2002 se inauguraba otro recinto en el estado Miranda: el Valle del Pop, un terreno en Guarenas que sirvió para albergar a miles de seguidores de un festival que había nacido el año anterior en el Estadio de la UCV.
Para esta segunda edición, los gustos fueron complacidos en cinco fechas que permanecen en el recuerdo, con un arranque repleto de merengue y salsa con Juan Luis Guerra, Rubén Blades y Roberto Blades en tarima. La segunda fecha hizo saltar al público del nü metal, con las presentaciones de KORN, Papa Roach, Candy 66, y unos veteranos –aunque discordantes para la ocasión– Ratones Paranoicos, cuyo rock vintage argentino no fue bien recibido por aquel mar de franelas negras sedientas de agua y headbanging. Siguió el viernes pop, parcialmente accidentado por la baja de su principal atracción, Westlife, debido a la enfermedad de uno de sus integrantes, quedando la velada en los hombros de Los Amigos Invisibles, la boyband puertorriqueña Jyve V (los de la canción de Juana La Virgen) y Paulina Rubio. La penúltima fecha salió airosa en su totalidad, con la participación de Caramelos de Cianuro, La Ley, la segunda visita de Alanis Morissette en Venezuela y No Doubt, con una Gwen Stefani que hasta lloró por el canto al unísono de nuestro público. El cierre con broche fue para los amantes del rock de la vieja escuela, con la participación del ex-vocalista de Pink Floyd, Roger Waters (cuando aún no generaba sentimientos encontrados en los venezolanos), acompañados por los pioneros del rock progresivo venezolano, Témpano, y el puertorriqueño Ignacio Peña.
El Caracas Pop Festival se posicionaba como el evento más esperado en Venezuela en pleno inicio del siglo XXI.
Varios de los artistas venezolanos que estuvieron en el cartel, extendieron sus anécdotas de aquel momento, como es el caso de José Luis Pardo, más conocido como Cheo Pardo, guitarrista de los proyectos Loco Beach, Los Crema Paraíso y DJ/Selector que musicaliza nuestros fines de semana a través de Instagram Live en sus sesiones de CasaECheo, quien nos dio un dato jocoso de aquel día pop en el que se presentaba como guitarrista de su ex-banda, Los Amigos Invisibles: “Nosotros lo vimos como un show muy ‘tranqui’, muy de ir a tocar y ya. Sé que la cancelación de Westlife le quitó mucha fuerza a ese día, pero una cosa que recuerdo y que me parece divertida, es que había un mito en torno al show de Paulina Rubio, y era que en un cuarto escondido de algún lado del recinto o de la cadena del sonido, había una persona afinando la voz de la cantante, como alguien en nómina encargada solo del Auto-Tune y yo no me lo creía, yo decía ‘no puede ser, yo quiero ver eso’; no me dejaron verlo y quedó como ese mito de que Paulina cantaba con un afinador. Después fui a México y me contaron que sí era cierto. Pero, como nosotros no lo vimos, sigue siendo un mito”.
Jean Carlo De Oliveira, músico multi-instrumentista, compositor y productor musical, quien además lleva su proyecto solista REIS, rememora cómo la historia de Candy 66 tuvo ese día como un antes y un después desde el momento en que se montaron en la tarima de la velada nü metalera del festival: “El Caracas Pop Festival sin duda fue un concierto que cambió la historia de nuestras vidas como músicos en Candy 66. Semanas antes ya teníamos nuestras entradas en mano para asistir como cualquier otra persona al concierto de Korn y Papa Roach. Sin embargo, Candy vivía su momento de apogeo; recién nos firmaba una de las casas disqueras más fuertes del país para ese entonces y hace no mucho habíamos ganado el Festival Nuevas Bandas. La banda se daba a conocer por el territorio nacional y probablemente esto ayudó mucho a que los organizadores nos dieran una oportunidad.
Para nosotros que éramos tan nuevos e inocentes en la música, fue una experiencia épica y mágica, desde poder presenciar toda la producción de una gran tarima, o ver los equipos de las grandes bandas como KORN y Papa Roach tan de cerca, e inclusive conocer a algunos de ellos e interactuar en el Backstage. Sin duda, lo más cumbre fue la presentación: minutos antes de que nos subiéramos al escenario, el público asistente había bajado de la tarima a una gran banda argentina, con un recorrido de años en el Sur; nos tocaba enfrentarnos a lo desconocido y en nuestra mente creíamos que teníamos todas las apuestas en contra, ya que solo éramos una banda nueva de la ciudad de Caracas sin un gran recorrido. Lo dejamos todo en la tarima.
Ese día, ante al menos 35 mil personas, gran parte de la comunidad rockera de ese entonces conoció nuestra propuesta y estoy seguro de que la gran mayoría de los asistentes se convirtieron instantáneamente en Comunidad 66. Ese día, Candy66 dio el primer salto para hacerse conocida a nivel nacional. Luego de ese show despegaron nuestras giras nacionales”.
El baterista de la banda venezolana de rock progresivo Témpano, Gerardo Ubieda, dio un retroceso al cassette de su memoria para relatar el inolvidable momento de haber sido parte de aquel line-up: “La experiencia de haber participado en el único festival de tan alta envergadura en Venezuela, a la altura de Glastonbury, Reading u otros festivales internacionales, y por si fuera poco, compartir tarima con Roger Waters, quien nos deleitó con toda su discografía y no olvidó los mejores temas de Pink Floyd como Dark Side of the Moon, fue algo espectacular. Cuatro horas de música inolvidables en un sistema de sonido cuadrafónico, y la perla, el helicóptero en vivo en The Wall. Fue sencillamente inolvidable.
Cuando llegamos al stage, fuimos notificados que había un retraso en los equipos de Waters que venían de Brasil, lo que nos dio mucho más tiempo para ensayar. Eso es
un plus en estos compromisos en los que casi nunca tienes tiempo de probar nada. El público llenó el recinto y fue mágico como nos recibieron, ese es el mejor premio para un artista. Interpretamos varios temas de nuestro último álbum para ese entonces ‘The Agony And The Ecstasy’ y otros temas de los álbumes anteriores.
Recordando que ya habíamos tocado antes con Yes y Kansas, esto fue el cierre de esta etapa de nuestra carrera en Venezuela, ya que fue nuestra penúltima presentación antes de que dos de nosotros migráramos a Los Estados Unidos, y luego el resto, años más tarde. Lo más resaltante fue al final del concierto, el público pidiéndonos más canciones, y al público hay que complacerlo y creo que eso quedó para siempre en la memoria de los asistentes.
Interpretamos un tema llamado Conspiración, de más de nueve minutos de duración, y arreglamos el final con un solo de percusión en el que cada miembro fue saliendo del escenario, hasta que quedé yo solo y recreé una especie de cacerolazo; el público al darse cuenta de lo que pasaba, comenzaron a corear ‘se va, se va, se va’.
Ahí regresaron mis compañeros: Miguelángel, Pedro y Cesar, con sus respectivas cacerolas y unos sombreros extravagantes, creados especialmente para el show por nuestro eterno amigo PACO, combinando todo con la fuerza del público enardecido. En esos momentos que vivía Venezuela, creo que fue un momento memorable difícil de olvidar y cerramos todos dando un enorme agradecimiento a todos por su apoyo, esperando volver a disfrutar de un stage como ese. Agradecemos haber tenido la oportunidad de presentar lo mejor de nuestra música para nuestro amado público venezolano”.
Era la segunda edición de un festival que pronosticaba ser una excelente tradición anual, solo que nadie contaba con que al mes siguiente, en aquel fatídico abril 2002, el país hundiría el acelerador hacia un oscuro precipicio, cuya caída iba a ser cada vez más profunda en sus dos siguientes décadas. No fue hasta tres años después que pudo hacerse la siguiente y –hasta ahora– última edición de este recordado festival, pero esa ya es otra historia.