Un jueves a las 8 de la noche en medio de una ciudad que pasó todo el día entre caos localizado e incertidumbre general, en el Centro Cultural BOD, La Pequeña Revancha presentó ‘Pasos Sincopados’, su segundo disco.
Con la idea de que “es una banda pequeña, seguro vienen puros panas artistas”, fue una sorpresa reconocer entre la gente que esperaba a que la sala abriera muy pocos rostros. Laura Guevara, Luis Irán y Boston Rex fueron de esos que resaltaron. Para Laura es imposible camuflajearse, así que un par de fotos fueron solicitadas. De resto, nada. Perfectos extraños. Entre amigos de los músicos, familiares, externos admiradores del proyecto y simples curiosos llenamos todos los cubículos de la sala.
Superado el clásico desorden de ubicarse en los asientos, saludar a toda cara conocida posible y apagar o silenciar los celulares, bajaron las luces de la sala para darle la bienvenida al presentador del evento. Juan Carlos Ballesta, director de Revista Ladosis, profesor en la Universidad Metropolitana, músico y apoyo incondicional de los músicos nacionales, fue el maestro de ceremonias del evento. En su discurso nos recordó la trayectoria de los integrantes del dúo: por un lado, Juan Olmedillo, músico brillante, miembro de Los Mentas; por el otro, Claudia Lizardo, una de sus alumnas más destacadas e hija de “PTT” Lizardo, vocalista de La Misma Gente, una de las agrupaciones de rock venezolanas más trascendentes.
Aplausos, oscuridad total, luz una vez más, y en la tarima ya estaban en sus posiciones los músicos. A un lado Juan, al otro Búho Galíndez en el bajo, al fondo en la batería Rómulo Rašić, y en todo el centro la pequeña Claudia. Verdaderamente pequeña, hasta su guitarra se veía más grande que ella. Pero todo prejuicio que se pudo haber hecho cualquiera quedó silenciado al iniciar la primera canción: “La fiesta del señuelo”. El misterioso intro a capela de esta canción es suficiente para atrapar la atención de cualquiera, dando inicio a una velada llena de música distinta, de la que tanto carece la escena actual.
Termina esta primera canción y los aplausos absorben todo el sonido de la sala. Me doy cuenta de tres cosas: la primera es que enfrente tengo a unas cinco niñas que parecieran haber nacido para adorar a La Pequeña Revancha. Se saben cada palabra, y cada fibra de su ser está emocionada por lo que acaban de escuchar, y ansiosa por lo que viene. La segunda es que justo detrás de mí está la mamá más orgullosa que he visto en mucho tiempo, aplaudiendo hasta no poder más a su hija Claudia. Y la tercera es que el sonido de la sala es tremendo, y La Pequeña Revancha suena mucho mejor en vivo de lo que me podía imaginar. Me preparo entonces para prestar atención a este sonido que no me esperaba, acompañado de unos curiosos visuales, bajo la curaduría del artista visual Nicolás Manzano, quien es también músico, formando parte de Boom Boom Clan y su propio proyecto Lasmanz. Adicionalmente, es también el novio de Claudia.
Sin mucha palabrería, Claudia da la bienvenida. Tiene una manera de hablar y de actuar acelerada y medio “malandrosa”. En mi cabeza pienso que es una persona de pequeño tamaño, además mujer, desenvolviéndose en un mundo que es indisimuladamente dominado por hombres. Prácticamente es su deber adoptar esa actitud. Ofrece sólo una breve bienvenida, y la banda empieza a tocar “La pequeña revancha”, la canción que abre el disco. En la voz de Claudia se escucha un temblor que demuestran nervios, y le da esa inocencia que suponíamos perdida tras escucharla hablar. Es dulce, es pura y es real.
Finalizada esta canción, rinden cuentas al público una vez más. Esta vez hablan de lo personal que fue este disco, y de la plataforma que fue para expresar cosas que tenían guardadas desde hace tiempo. A la tarima se sube José Antonio “Ja” Souki, para colaborar con las maracas en el próximo tema: “Rosa de Montecarmelo”, que Juan escribió a su abuela paterna y dedica a su papá, que falleció recientemente. Este es el tema más melancólico del disco, por su base folklórica, y lo interpretaron como tal. Con Souki aún en tarima, hicieron una regresión a su primer EP ‘Falsos hermanos’, tocando el tema “Yastá”. Los curiosos sonidos del ratchet y el serrucho como parte de la percusión fueron los necesarios para darle vida a este segmento de su debut del 2013.
Para sorpresa y alegría de todos, el repertorio de la noche se extendió hasta su primera producción discográfica. Juan sacó su armónica y “Barato” empezó a sonar. Luego otras memorables canciones, incluyendo “Apache”, “Espejo” y “Sin voz”, con breves y simpáticas interrupciones de por medio para agradecer a cada uno de los involucrados y los presentes por el apoyo y la atención, y además para presentar a los miembros de la banda. También contaron una curiosa anécdota que ocurrió al momento de escoger el arte del disco. Dieron con este pintor de Maracaibo llamado Christian Vinck, “increíble”, según sus palabras. Christian plasmó en su pintura un avión estrellado. El avión que cayó en El Tigre en el 94, donde la superestrella de vallenato Juancho Rois perdió la vida. El avión tiene pintadas en un costado unas franjas del color del arcoiris. Escogido el arte que representaría la música de este nuevo disco, surgió una observación general. La portada del disco de La Misma Gente ‘Por fin’ representa a un avión chocando contra un arcoiris. La coincidencia de este par de hechos aislados parece algo realmente memorable.
“Barato” fue otra de las antiguas piezas que interpretaron, que pareció hilar a la perfección con el indie rock de “A mi pesar”, que dio el vuelco al repertorio nuevo. Para interpretar “Temporal” le dan la bienvenida a Ana Elba con su mágico y encantador cello, que resuena y envuelve a todos en la sala con su aporte para esta balada. Luego, tras una advertencia de que el fin de la noche se acerca, interpretan el primer sencillo del álbum, “Yo era el sol”. Con un casi imperceptible error al momento de sincronizar beat y voz al inicio de la canción, la cantante logró adaptarse de manera sutil y se empezó a desarrollar en tarima uno de los tracks más interesantes del disco. Capas y capas de sonidos, una mezcla irreal entre beat electrónico, batería, cello, bajo, guitarras, voces. Abruma, pero atrapa, y el resultado final es difícil de creer.
Sacando cuentas, queda claro que no queda mucho por ver. Y, como es de esperarse, cierran la noche con la impresionante pieza “Rojo”. La hechizante voz de Juan le da inicio a este infernal relato, que va evolucionando hasta llegar a su titánica cúspide, asombrando a todos los que estábamos a la expectativa del resultado de la interpretación de tan enérgica canción. Sin defraudarnos, los músicos manejaron el tema a la perfección, dándole a la culminación de la velada un fin épico, que nos dejó a todos en una especie de ensueño del cual despertamos poniéndonos de pie para aplaudir tan brillante interpretación.
Así acabó la noche. Con un espectacular concierto donde el potencial de La Pequeña Revancha se vio magnificado por su interpretación en vivo. Se abren las puertas de la sala y los asistentes volvemos a nuestra realidad. Unos se quedan a conversar y comentar el espectáculo que acaban de ver. Otros decidimos agradecer espiritualmente por la buena experiencia e irnos a resguardar de la solitaria noche caraqueña en nuestras casa.