Hay muchas cosas que conectan a los nuevos escritores de Venezuela. La experiencia compartida del final de la era democrática y del padecer el chavismo, el enfrentar la experiencia del migrante o al menos la de haber despedido a alguien de estas tierras.
Pero hay otro punto que tienen en común, la nueva literatura venezolana tiene muy presente la música en la vida de sus personajes. Autores como Rodrigo Blanco Calderón, Eduardo Sánchez Rugeles, Fedosy Santaella y Juan Carlos Méndez Guédez han dejado que sus personajes y sus historias respiren y se expliquen con la música que escuchan.
Bob Dylan, La Vida Boheme, Joaquín Sabina, Sentimiento Muerto, John Coltrane y Wilfrido Vargas se han paseado por las páginas de los autores, empleados con justificación. Sin embargo, esa llamativa esta mezcla de artistas, son nombres que desde lejos parecen no tener demasiada conexión, y que sin embargo aparecen como parte importante de las historias de varios autores de la misma generación.
Quizás la explicación más básica es que cada uno escuchaba música diferente, pero más allá de eso hay algo bastante llamativo: en sus historias muchos de los personajes están en su adolescencia, o el menos en su juventud cuando conectan con la música. Bien En sueños matarás el caso es completamente diferente, pero esa novela incluye vampiros inmortales y a John Coltrane, así que es un caso especial por donde se le mire. La nueva generación de escritores ha entendido cómo en nuestra adolescencia y juventud la música nos toca de forma diferente, y se queda con nosotros por el resto de la vida.
Este es uno de los puntos clave de Blue Label, la música que escucha Eugenia Blanc la define profundamente. La china consigue significado en las canciones de El Canto del Loco y de Paulina Rubio, mientras tanto su compañero de viaje Luis Tevez vive pegado a un cassette del ‘Blonde On Blonde’ de Dylan. Ambos cuentan su historia con las canciones particularmente “Peter Pan” y “Visions Of Johanna” sirven casi cómo serviría el Leit Motiv de una película. Por su lado el cuento “Flamingo”, incluido en el libro Las Rayas de Rodrigo Blanco Calderón, no sólo utiliza la canción de La Vida Bohème como pieza de la historia de David y Flavia sino que captura la noche caraqueña quizá en el último momento en que pudo disfrutarse.
Mendes Guedes por su lado ha tenido varios acercamientos a la música en sus historias, pero quizás el caso más claro es la novela corta ‘20 merengues de amor y una bachata desesperada’ en el que un merengue bailable musicaliza cada episodio.
Estos dos ejemplos vienen de escritores se acercan a sus adolescencias por material y le disparan a quemarropa. Pero no es la única forma, ya mencionamos el extraño caso de ‘En Sueños Matarás’ donde Coltrane incluso aparece, con sus vicios y sus luces, como un personaje clave en la historia. Describir la trama de la novela de Fedosy es bastante complicado pero una buena parte de la misma gira alrededor de la concepción de A Love Supreme (1965) quizás el disco más icónico de Coltrane.
El ficcionalizar esas historias conocidas es una herramienta de otros autores; la mezcla entre novela y libro de cuentos de Rubén Machaen, Soundtracks: rocolas que no existen, incluye un papel estelar para Cayayo Troconis, e incluso relata a su modo su muerte.
Pero lo que algo han entendido estos autores es que la música sirve para traducir personajes. Más allá de crear una banda sonora incluida con el libro es un buen atajo, al menos al usarlo bien, para entender a los personajes, cómo están pensando y su estado emocional.
La música ha devuelto también el favor al menos una vez. El segundo disco de la desaparecida agrupación de Puerto La Cruz: Buenaparte ‘Estoy de paso’ (2014) incluye un tema bajo el título de Liubliana, una de las novelas de Sánchez Rugeles cuya historia de amor gira alrededor de un tema de Sabina, donde el libro juega un lugar privilegiado. La banda afirma que todo el disco tiene influencias de esa novela, pero es la canción que comparte el título la que se amarra de manera más clara a sus temas e ideas.
Por ahora, esta relación sigue en pie. La novela The Night de Rodrigo Blanco Calderón toma su título del disco final de la banda norteamericana Morphine, y buena parte de su tono y sus ideas de la música del grupo. Es uno de los libros más exitosos de esta generación de escritores ganando el premio de la Bienal Vargas Llosa, así que es probable que sigamos sintiendo su influencia.
La literatura venezolana ha decidido alimentarse de la música, y de momento ha dado buenos resultados por lo que es probable que sigamos viendo cuentos y novelas usar la música como de su historia y solo esperamos que lo sigan haciendo bien.