Es posible. Si escuchas rock en el caribe, seguramente habrás escuchado la típica pregunta “¿Cómo se baila eso?”. Seguro lo han escuchado de un primo, una amiga o una persona particularmente molesta de tu colegio. También es posible que no hayas sabido cómo responder, si alguien solo ves la música como una excusa para mover los pies; hay cosas que simplemente no entienden, pero la respuesta correcta es simplemente darle play al debut de Franz Ferdinand.
Franz Ferdinand es de esos grupos que caminan entre el éxito mainstream y la seguridad de las bandas de culto. Formados en 2001 en Glasgow, sus miembros tenían experiencia en varios proyectos previos que no habían terminado de ver el éxito. Desde el principio, la banda apuntaba al estrellato y de allí viene su nombre: esperaban ser más famosos que el Duque Francisco Ferdinando y el hecho de que hayas tenido que googlear ese nombre es una buena señal.
Los escoceses se diferenciaron rápidamente de sus contemporáneos; mientras la mayoría de las bandas de indie de principios de los 2000 apostaban por la ferocidad adolescente, Alex Kapranos y compañía tenían otros planes. Guiados por los riff de guitarra de Nick McCarthy, las letras entre pretenciosas y alegres de Kapranos y que podían contar con una sólida sección rítmica gracias al bajo de Bob Hardy y la batería de Paul Thompson, la banda comparte 11 canciones diseñadas para obligar a tu cuerpo a moverse.
La banda salta entre el amor, la lujuria y las ganas de bailar con una influencia marcada de grupos como Talking Heads o la época pop de Bowie. Temas como Jacqueline o Cheating On You son celebraciones del hedonismo de la juventud, mientras que Dark Of The Matinee y Darts Of Pleasure hablan de los procesos de seducción, pasando de la torpeza adolescente a la seguridad de la estrella de rock sin demasiada dificultad. A pesar de todo, hay un pequeño nivel de oscuridad de fondo, la banda tiene claro su sentido de la ironía y la fiesta constante de las guitarras la eleva en vez de ocultarla. La súplica del coro en Take Me Out es al mismo tiempo una petición romántica y un intento de suicidio y Truck Stop carga una desolación que sumado a su ritmo saltarín captura el miedo de expresar nuestras emociones.
Si algo junta las piezas dispares y las convierte en más que la suma de sí mismas, es la actitud de Kapranos. El vocalista no se puede comparar en cuanto a sus cuerdas vocales con contemporáneos como Brandon Flowers de The Killers, o incluso Julian Casablancas de The Strokes, pero tiene una energía particular por la que es difícil no dejarse seducir. La seguridad de su voz hace la energía del disco sea contagiosa y cuando finalmente, en This Fire y Michael, el grupo se destapa de toda pretensión y se deja llevar por la seducción de una discoteca, es la voz de su líder la que nos comanda a mover los pies.
Por supuesto, el grupo estaba en el momento correcto con el sonido correcto. La revitalización del rock de la mano de la escena indie estaba en su apogeo, pero Franz Ferdinand le permitió salir de los escenarios y entras a las discotecas. Quizás a sabiendas de eso, la banda ya permitía remixes de sus canciones en sus primeros trabajos, incluso Daft Punk se tomó el tiempo de crear su propio arreglo para Take Me Out.
Al final Franz Ferdinand no tuvo que reinventar el género, solo recordar que en sus orígenes el rock debía bailarse fue suficiente para crear su lugar. Pero su manera particular de presentarse, los separó de la ola retro que aún hoy se come al rock. Años después, es fácil ver la trayectoria de los escoceses y sentir que han caído en la repetición, pero su debut aún tiene su frescura, y es difícil no bailar al escucharlo.