El gran músico argentino, Fito Páez, quien nació en la ciudad argentina de Rosario a principio de los años 60 y que hoy es considerado, gracias a discos como ‘Giros’ (1985), ‘Ciudad de pobres corazones’ (1987) y ‘El amor después del amor’ (1992), uno de los mejores cantautores latinoamericanos, ha tenido una vida llena de éxitos y de logros. Sin embargo, también le ha tocado afrontar capítulos muy duros en su vida.
Uno de esos capítulos ocurrió en pleno apogeo de su carrera como artista. Fito tenía 23 años y ya contaba con varios discos de estudio. Era un joven que estaba empezando a construir los cimientos de lo que se convertiría en una de las historias más brillantes de la música alternativa latinoamericana, pero en 1986, un 7 de noviembre, la vida de Páez cambiaría para siempre.
Todo comenzó en la secundaria cuando Fito cursaba sus años escolares. Ya desde ese momento el artista estaba en el mundo de la música y tocaba con varios compañeros de la escuela y formaba parte de diversos proyectos. Durante esos años, Páez conoció a muchos jóvenes amantes de la música. Uno de ellos se llamaba Walter Di Giusti.
Di Giusti era otro joven que le gustaba la música y que también formaba parte de una agrupación musical. Por ser de Rosario y por asistir al bachillerato Dante Alighieri, Fito y él se conocieron y aunque no se hicieron grandes amigos, sí se saludaban y tenían una relación bastante cercana.
Sin embargo, Fito no sabía que detrás de aquel adolescente bajista que parecía ser tranquilo, se escondía un brutal asesino lleno de sentimientos negativos y de rencores muy profundos.
Según los informes, Walter Di Giusti, en el año 1986, empezó otra carrera. Pero no se trataba de la música, ni del arte, sino de la muerte. El 31 de octubre de ese año Di Giusti exteriorizó todo ese mundo siniestro que por años había ido construyendo y esa tarde entró a una residencia ubicada en la calle Garay y asesinó, con ayuda de su hermano menor, a dos mujeres: Ángela Cristofanetti (86 años) y su hija, Noemí (31 años).
Tras el hecho, toda la comunidad rosarina quedó espantada. No era común ese tipo de asesinatos en esa ciudad y menos de mujeres mayores, como en el caso de Ángela. En ese momento las investigaciones empezaron a buscar el culpable, no obstante, no arrojarían resultados sino hasta meses después.
Mientras la policía tomaba pruebas, entrevistaba a posibles testigos y ataba cabos, Walter De Giusti decidió utilizar su rencor y su envidia para darle un fuerte golpe a Fito Páez. El 7 de noviembre de ese mismo año, en la calle Balcarce de la ciudad de Rosario, Di Giusti entró a la casa de la abuela paterna de fito y la asesinó a ella, a su hermana, la tía de Páez, y a la señora que trabajaba en la casa.
Horas después los cuerpos de Belia Ramírez (76), Josefa Paéz (80) y Fermina Godoy (33) fueron encontrados sin vida y con múltiples heridas de balas y de apuñaladas.
Según los informes de varios médicos y de varios especialistas, Di Giusti sufría de graves problemas mentales, aunque una de las razones que lo llevó a realizar semejante crimen fue la profunda envidia que le tenía a la fama que Fito Páez estaba construyendo.
Tiempo después, Walter Di Giusti fue capturado por la policía argentina y fue sentenciado a varios años de prisión. Estuvo mucho tiempo tras las rejas aunque en varias ocasiones le concedieron casa por cárcel. Durante varios años Di Giusti entró y salió de las celdas argentinas y de centros psiquiátricos, aunque más nunca obtuvo la libertad plena.
El día 12 de junio de 1998 el asesino Di Giusti murió a causa del sida, aunque el dolor que le causó a Fito Páez y a toda la Argentina sigue vigente.