Angel SalazarTomates Fritos cumple 20 años así que para su último álbum, el homónimo, sucesor de ‘Hotel Miramar’ (2012), han decidido experimentar dentro de su música con otras influencias, alejándose bastante del sonido del rock and roll y rockabilly primitivos para explorar influencias más cercanas al indie rock de finales de los setentas y principios de los ochentas al igual que el rock latino, que se permite en esta misma época, jugar con elementos electrónicos como lo hizo Charly García, Virus, Los Prisioneros, entro otros.
Con la utilización de nuevos elementos como el uso del sintetizador que permite además de usar nuevas sonoridades agregar otros sonidos armónicos agregados a los que aportan las guitarras, las cuales en su mayoría han desaparecido debido a la salida de dos de sus miembros fundadores en los últimos años, convirtiendo a la banda en un trío, por lo cual esta es una movida inteligente y que muestra cierta madurez artística al buscar adaptarse a un nuevo entorno, así como aceptar afrontar el cambio.
Boston Rex, decide cambiar la guitarra como principal herramienta para la composición de los temas por un piano marcando una diferencia bastante relevante dentro de lo que acostumbramos escuchar de Tomates, usar ritmos en métrica de cuatro por cuatro en vez del tresillo tan característico en el blues y el rockabilly.
Desde el rock pop como en “Multicolor”, “Calma” y «Me veo sin ti» acompañadas por elementos ambientales que hacen incrementar las sensaciones de nostalgia, alegría o euforia que desean transmitir según la letra, siempre bien acompañada por una tonada que le termina de dar significado, algo que no se ha perdido de la esencia de Tomates Fritos. También se puede notar la influencia del rock pop latino de artistas como Cerati y Charly García en temas como “Yo no sé” y “Mitad Dual”.
Podemos también percibir como en esta nueva experimentación con armonías hay muchos juegos con acordes que son aparentemente atonales. Puede ser algo difícil de procesar sobre todo si nuestros oídos están acostumbrados a relacionar a los orientales con el sonido de sus anteriores placas como ‘Hombre Bala’ (2010) y ‘Hotel Miramar’ (2012).
Aunque hemos hablado mucho de elementos electrónicos y sintetizadores, las guitarras siguen cumpliendo su tarea como en el tema “Ya estaba mal” donde de hecho el protagonista es la guitarra acústica hermosamente mezclada, acompañada de sonidos de las teclas para crear la atmósfera necesaria de malestar y tristeza.
La energía del disco baja un poco a medida que avanza pero se debe en parte a que los temas van guiados por experiencias personales que aluden tanto al amor o desamor como al contexto histórico social que viven el país y el mundo, muy presente esto último en canciones como “Sven”, “Hospital” y “Me cansé”.
El encargado de amalgamar así como darle forma a este compendio de nuevos sonidos fue el mexicano Eduardo del Águila, “Lalo”, quien ya había trabajado en dos importantes proyectos que guardan cierta semejanza en cuanto a la unión de sonidos orgánicos y electrónicos como lo son el Unplugged de Zoé, ‘Música de fondo’ (2011) y ‘Hasta la raíz’ de Natalia Lafourcade, publicado el año pasado.
Del Águila logró jugar con texturas, sensación de profundidad (muy importante a la hora de trabajar con sonidos ambientales), una presencia sólida al bajo que sin embargo no opaca a los otros instrumentos así como una mezcla de batería que se aleja de la típica percusión de garage rock, siendo un poco más seca en cuanto a resonancia y sin agregar mucho brillo a los platillos.
En general ‘Tomates Fritos’ a pesar de significar un cambio radical en el sonido de la banda guarda la misma honestidad lírica y a su vez que musical cuando hablamos de transmitir emociones. Un poco difícil de digerir en un primer momento pero poco a poco te acostumbras a lo nuevo, más funk, indie, latino. Una identidad nueva pero con el mismo espíritu.