Mucho puede cambiar en 10 años. Desde gobiernos a equipos de fútbol. Desde estrellas pop a la calidad de una marca. Desde calles por las que andamos a nuestra propia forma de pensar. Siendo el pasado lo único que podemos recordar, podemos entender a los cambios como un fenómeno inevitable.
El trayecto de una banda tiende a ser así, pero casi presionado a ello. Las bandas deben evolucionar para seguir siendo relevante para sus fans. Muchas tienden a seguir repitiendo una fórmula, pero en el caso de Rawayana, quienes encontraron una fórmula rápidamente para sus canciones, parece que jugar con esa forma de hacer las cosas al tiempo que siguen explorando sonidos y referencias, es lo necesario para complacer a su público y conseguir nuevos oyentes.
Esta característica les ha acompañado desde el principio. En sus inicios, cuando tocaban en cuanto circuito universitario hubiera, era un grupo que coqueteaba con el Freak Folk de los inicios de Devendra Banhart, una referencia obligada de, al menos, su primera etapa musical. Asimismo, los covers y algo de reggae hacían parte de un repertorio divertido, que poco a poco les fue sirviendo para ir contagiando gente.
Ya para mediados de 2010, cuando se presentaron en ese ya legendario Festival Nuevas Bandas que por aquel entonces celebraba sus 20 años, eran muchos quienes coreaban temas de su repertorio más primigenio, como La Betonada o Fuego Azul. Había algo ahí con lo que la gente se identificada porque más allá de ser la típica banda del San Ignacio del momento, se estaba creando algo que quizás el tiempo le habrá dado más sentido que en esa tarima, pues aunque no ganaron el Festival, y me atrevo a decir que no figuraron en el top 3 más votado, fue una presentación divertida, y 100% aprovechada por ellos y por el público.
Ya un año más tarde, esto se hacía patente: Rawayana lanzaba su primer disco, Licencia Para Ser Libre, al que celebramos con estas líneas por su primera década de vida.
El éxito de Fuego Azul y el especial detalle a lo audiovisual
Meses antes de sacar el disco, algo hizo que todo el mundo pusiera especial atención a Rawayana.
La decisión de sacar el videoclip de Fuego Azul fue inteligente: Aprovecharon el boom de otras bandas del momento, como VINILOVERSUS, La Vida Bohème, Telegrama, Famasloop o Los Mesoneros, y les rindieron homenaje parodiando sus videoclips del momento, o en el caso de estos últimos, el videoclip que habían hecho al tema Lo que solía importar, que por alguna razón nunca decidieron sacar:
El video de Fuego Azul, codirigido por Johan Verhook (hoy en día trabajando con Netflix y responsable de videoclips de otros artistas como La Vida Bohème o Americania) y Rodrigo Michelangeli, en aquel momento baterista del grupo y hoy en día convertido en uno de los mejores cineastas de Venezuela, trabajando con su productora La Faena en filmes como La Soledad y La Fortaleza (2017 y 2020, dir. Jorge Thielen Armand), El Father Plays Himself (2020, dir. Mo Scarpelli) o su propio cortometraje, de Memorias y Escombros, que han recorrido el circuito de festivales mundial dejando muy buen sabor de boca, mostraba al batero, junto a Beto Montenegro (guitarra y voz), Abeja (guitarra), Tony Casas (bajo) y su padre, Antonio Casas (percusión) no solo recreando escenas de esos videoclips, sino quitándose el sombrero por el trabajo de sus compañeros de escena.
También sirvió para establecer el tono del grupo: Rawayana es una banda con un sentido del humor particular, que confieso que no siempre funciona en mí, pero siempre ha sido auténtico y funciona en lo que quieren hacer. Y sus videoclips desde entonces siempre han jugado muy bien con el elemento del humor, la cultura stoner y más, y creo que también fue algo que influenció a muchas bandas en el momento, porque sí, hubo una época en Venezuela donde todos querían tener una banda como Rawayana y hacer videos divertidos, y eso está muy bien en términos de medir influencia dentro de una escena que los consideraba suyos aunque siempre hicieron música que se salía del canon injusto del “sifrirrock” por ser más tropical que el resto, y en lo que se dieron cuenta de que explorar ese sonido era the way to go, el éxito creció exponencialmente.
Hoy en día, Rawayana sigue sacando risas con sus letras y videoclips y los conceptos de sus audiovisuales siempre terminan siendo una alegoría a la diversión, al consumo de sustancias naturales y a alguno que otro mensaje importante que dar, pues hay algo en Licencia para ser libre que la banda ha ido explorando poco a poco, y es su forma de hacer crítica social sin ser una banda de protesta o contestataria ni mucho menos. Falta Poco es un video gracioso, por ejemplo, pero expone una realidad sobre la contaminación en las playas de Venezuela:
El showcase
Un 30 de marzo de 2011, Rawayana invitaba a sus fanáticos y a la prensa a la presentación especial de su disco debut. Hard Rock Café recibió a una gran cantidad de personas que, in situ, podían adquirir un disco que, muy adecuada e inteligentemente, era presentado en un carnet de PVC con un código único para descargar el álbum, ahorrándose el dineral que supone editar un disco en físico y adaptándose a nuevas corrientes en cuanto a formatos físicos se refiere.
El evento, además, contó con una alianza con una marca de ropa internacional y con un storytelling similar al de Rawayana, y, si mal no recuerdo, tener la licencia te daba un descuento especial en dicha tienda, además de rebajas en el coste de los covers de sus conciertos, merch, entre otras cosas. Lo que sí recuerdo es que por aquel entonces, que yo apenas tenía 18 años, Beto me había contactado para otra iniciativa que nunca se dio, de darle algunas licencias a distintas personas con cierta influencia o acceso (que no digo que yo lo sea, pero algo debió haber visto) para que fuéramos como una especie de punto de venta autorizado ambulante, algo que hubiese estado interesante hacer, pero, por alguna razón, nunca finiquitamos.
De más está decir que este disco les llevó a algunas de las tarimas más importantes de todo el país en un momento donde la escena estaba de dulce y había más y más sitios para tocar música alternativa y así comenzó a ser un poco más rentable el tema de hacer música y de ir creciendo.
La grabación
Licencia para ser libre fue grabado en Los Ruices Sur, los legendarios estudios JazzManía, también conocidos como Anidesonido y en los setenta como Los Estudios De La Discoteca, donde se grabaron álbumes de la talla de Superpop Venezuela (2006) de Los Amigos Invisibles, Gualberto + C4 (2012) de Gualberto Ibarreto & C4 Trío, Flor de Fuego (2007) de Caramelos de Cianuro, entre otros.
La cosa quedó en familia: El productor era Gustavo Casas, fundador de Wahala, manager del grupo en ese momento y hermano y tío de Toño y Tony Casas en ese momento. Casas coprodujo junto a Juan Carlos Chávez y el genial teclista venezolano Eddie Cisneros, que hoy en día ya es parte del grupo, y que en aquel entonces participó como tecladista.
La lista de invitados la completaron Vladimir Peña, otro monstruo ex-miembro de Fauna Crepuscular que les acompañó en varias tarimas tocando el trombón, y otro maestro, Eiter ‘Kiko’ González en la percusión de dos tracks. Luego también trabajarían junto a Diego ‘El Negro’ Álvarez, Carlos Imperiatori, Rafael Greco y Fidel Goa en una nueva versión de Gatos Oliva, presentada con un videoclip, que difería un poco de la originalmente publicada en el disco.
Una buena noticia para la escena
Este disco significó llegarle a una gran cantidad de público para Rawayana, y sus compañeros de escena lo sabían y de alguna forma se sentían inspirados por ellos. Alberto Arcas, de Okills, recuerda con cariño lo que hicieron en esa época. “Yo recuerdo todo lo que rodeó el disco y que en el showcase que entregaron las Licencias que te daban beneficios, que podías hablar con la banda luego del show, y lo veía con mi perspectiva de banda y decía que estos panas están armando algo bien completo desde ahorita”.
Para Alberto, “Licencia para ser libre es un discazo, y además de un discazo, tiene grandes videos. En el de ‘Fuego Azul’, parodiaban a otras bandas y eran como una especie de Eminem, que se burlaba de todo el mundo, y no de manera negativa, sino como una broma que había entre las bandas. Además, había temazos, ‘Fuego Azul’ que fue el primer sencillo. ‘Algo Distinto’ es un videazo. Podría picarle quesillos a este disco un rato porque, aunque en lo personal ‘Rawayanaland’ es mi favorito, pero este es un disco muy lindo y muy honesto, que es algo muy importante para mí cuando escucho música. Yo dije ‘estos panas saben lo que están haciendo’. Y al ver lo que hacían en temas como ‘El Hilito’, sabiendo que es algo que funciona en Latinoamérica y viendo que se iban por ahí, no me sorprende el gran éxito que han tenido que los ha convertido en una banda establecida en la región”.
“Fue el disco con el que me enamoré de la música venezolana” confiesa Santiago de la Fuente, voz y guitarra de Anakena. “Fue el primer disco que compré en mi vida con mi plata. Me acuerdo que se lo compré a Jackie, una amiga, que tenía un montón de discos y los vendía en el colegio. También tiene una de las primeras canciones que dediqué. Y para mí como músico es especial porque fue la primera vez que conecté musicalmente con música hecha en el país. Era lo más parecido a la música que me encantaba en inglés, pero en casa. Para mí fue especial encontrar que gente igual que yo, de mi misma ciudad, estaba haciendo música que me gustaba tanto como esa”.
Carlos Poletto, mejor conocido como El Otro Polo, comparte con ellos desde el colegio. Estudió con Beto y Fofo (Andrés Story, actual baterista) en la misma institución, y luego coincidieron en la misma universidad junto con otros colaboradores o miembros de Rawayana, como Johan Verhook o Rodrigo Michelangeli, al punto que trabajó en la producción del videoclip de Fuego Azul. Por supuesto, tiene historias qué contar: “Un dato curioso es que hubo un momento donde Beto me habló para ver si quería ser el guitarrista de su banda, antes de que se formara Rawayana, y le dije que yo andaba muy pendiente de otras cosas y no quería formar bandas. Y ahí metieron a Abeja que es tremendo guitarrista y pasó lo que pasó”.
Polo también comenta que “Cuando grabaron ese primer disco, yo estaba muy entusiasmado porque venía siguiendo lo que estaban haciendo y fue un discazo. Hizo a la gente mirar hacia otros géneros musicales. En ese momento, la movida era bastante rock, rock alternativo, y de repente aparecieron ellos haciendo reggae, salsa, y otras cosas muy distintas a lo que estaban haciendo otros en ese momento. Eso los distinguió dentro de la movida, que tenía una propuesta muy amplia. Creo que fue un disco de influencia para otros artistas, como Anakena y otras generaciones más jóvenes que venían atrás”.
José Gabriel Tellerías, también conocido como Joe Teller, ingeniero de sonido e integrante de Pakalolo, forma parte de esa generación directamente influenciada por Rawayana. En sus palabras, “Licencia para ser libre es una pauta para la música alternativa que se estaba comenzando a cocinar en Caracas en el 2010. Creo que es un disco que enmarcó perfectamente a la juventud caraqueña de esta generación. El soundtrack perfecto para vacilarte la vibra caótica de la ciudad”.
Una catapulta
Viéndolo 10 años después, Licencia Para Ser Libre, aunque no sea el mejor álbum de Rawayana, es un disco que forma parte de una etapa muy cool de la escena alternativa caraqueña y hasta de algunas otras partes del país, y fue una declaración de intenciones que permitió a un grupo catapultarse a hacer otras cosas y llegar a Latinoamérica como una propuesta fresca, que está en una búsqueda constante, y que tiene una historia bien marcada para contar. El tiempo le da un espacio a Licencia Para Ser Libre como un acontecimiento que sentimos hace mucho por la forma en que Rawayana ha creado contenido y cambiado a lo largo de esta década, pero se sigue sintiendo en las canciones que hacen hoy, el alma de unos chamos que solo quieren divertirse haciendo lo suyo.