Joy Division. Una banda de culto, pioneros de uno de los más importantes géneros de la década de los 80 y vasta influencia para montones de agrupaciones que le siguieron. Todo esto con apenas 4 años de carrera y dos álbumes de estudio.
Los amigos de infancia Bernard Sumner y Peter Hook, con veinte años de edad, asistieron a un concierto de Sex Pistols en el Free Trade Hall de Manchester un 20 de julio. Impactados por la ideología que transmitían los Pistols de ser uno más con el público, de romper con la idea de popstar superior a todos, se inspiraron para salir al día siguiente a comprar un bajo y una guitarra con dinero de sus mamás. Ese nublado día de 1976 en el pueblo de Salford, Manchester nació Joy Division.
Pero como toda banda, iniciaron a partir de un concepto que fue de a poco evolucionando. Comenzaron con su amigo Terry Mason en la batería, y tras llamar a audiciones para conseguir a un cantante, respondió Ian Curtis, a quien conocían por conciertos a los que habían asistido, y sin siquiera probarlo lo escogieron. Entre sus amigos de la banda Buzzcocks surgió el nombre Stiff Kittens, pero con ningún integrante de la banda a gusto, cambiaron su nombre a Warsaw minutos antes de subir a la tarima en su primer concierto en 1977.
Cambiaron de baterista unas dos veces. Con Steve Brotherdale, conflictivo, agresivo y prepotente, grabaron como Warsaw unos cinco demos en un estudio de la ciudad. Saliendo del estudio hicieron que Brotherdale se bajara a revisar una llanta y lo dejaron abandonado ahí. Tras convocar audiciones para baterista, dieron con Stephen Morris, la pieza que faltaba para que la agrupación empezara a andar como debía.
Juntos grabaron el que se suponía debía ser su primer álbum, pero no estaban satisfechos con el resultados y nunca lo lanzaron. Este material no vio luz sino hasta un lanzamiento especial en 1994, como una especie de recopilatorio de canciones que Joy Division nunca publicó. Más tarde, en 1978, vieron que ya existía una banda de punk llamada Warsaw Pakt, y para evitar confusiones cambiaron su nombre a uno muy polémico: Joy Division. La “división de la alegría” era nada más y nada menos que la manera en la que los nazis llamaban a las judías que usaban para su placer sexual. Los acusaron de neo-nazis y los juzgaron mucho por eso, pero se las arreglaron para dejar en claro que ni tenía nada que ver con lo que querían proyectar ni les importaba mucho tampoco.
Entraron nuevamente al estudio a grabar de la mano de RCA y en estas sesiones conocieron a Tony Wilson, un conductor de televisión que inició su propio programa dedicado a promover a las bandas de punk rock de la época. Impresionado con el talento de los muchachos decidió que los transmitiría en su show. Más tarde ese año grabaron su primer EP: ‘An Ideal For Living’. Esta verdadera primera muestra de lo que Joy Division era capaz de hacer llamó la atención de público y críticos. “Un sonido muy crudo y casero”, recalcan algunos, pero con un sonido nuevo y diferente. Punk. Pero diferente.
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Tras ir fortaleciendo su relación con Tony Wilson, terminaron firmando un contrato con sangre (literalmente, por parte de Wilson) con Factory Records, la nueva disquera creada por el excéntrico conductor, donde quedaba establecido que “la compañía no es dueña de nada, los artistas son dueños absolutos de su música y pueden largarse cuando quieran”. Joy Division empezó a crecer, su nombre empezó a escucharse cada vez más seguido, y empezaron a tener más conciertos. Pero una noche sucedió algo que en realidad nadie se esperaba. Tras un concierto, Ian Curtis sufrió de una serie de convulsiones. Este fue el primer episodio epiléptico del que sufrió el legendario músico. Pero jóvenes y temerarios no dejaron que eso llegara a significar para ellos más que una mala noche en el hospital.
La carrera de la banda iba en aumento, al igual que la condición de Curtis, pero aprendieron a llevarlas de la mano. En abril del 79 grabaron ‘Unknown Pleasures’, su álbum debut. El de la portada de montones de líneas blancas de pulsaciones con fondo negro que actualmente se ha capitalizado tanto que ni se sabe de dónde salió. El roll que jugó Martin Hannett en la producción de este disco fue fundamental. Mientras que en estudio sonaban a ruido y a punk, él lo transformó en algo opaco, atmosférico y etéreo, que complementaban a la tonalidad y letras de Curtis. Así fue como se moldeó el característico sonido de Joy Division.
No fue un éxito comercial, de hecho las ventas fueron lentas. Aumentaron luego lanzaron “Transmission” como sencillo, y así atrajeron la atención del público. Además, entraron nuevamente al estudio a grabar un nuevo álbum, con las letras de Curtis volviéndose algo más oscuras, pero nada que preocupara realmente a nadie. El sencillo “Love Will Tear Us Apart”, el más reconocido de la banda, fue grabado y publicado. Tomando buenas decisiones lograron pautar una gira por Estados Unidos. Pero algo trágico y muy inesperado ocurrió días antes de emprender esta nueva aventura. Ian Curtis, de 23 años, se suicidó colgándose dentro de su casa el 18 de mayo de 1980.
Ni su esposa ni sus amigos y compañeros vieron venir esto. Ian era un joven normal, que disfrutaba de los chistes de mal gusto, las fans que lo perseguían en conciertos, y en fin, diversión de chicos. Sí, era esposo y padre, y también era un alma intelectual que amaba la literatura y la filosofía, pero también un rockero de 23 años descubriendo todo un mundo delante de él. Sufría de una terrible depresión, sumada a la progresión de su enfermedad degenerativa, pero nunca la exteriorizó de una manera diferente que a través de sus letras.
Quizás por eso nadie se dio cuenta realmente. Aquí el mito en torno a Joy Division. El del cantante lleno de dolor y penumbra, que no deseaba ser perturbado por niñerías mientras sucumbía ante el dolor y escribía 20 poemas de desamor y una canción desesperada. Sus entonces bandmates aseguran que ese no es el verdadero Ian. Que era perfectamente normal, con una lamentable condición y una particular manera de bailar, como si todo dentro de él permaneciera estático. Pero se negaban a creer que dentro de él el dolor y la ansiedad eran tan fuertes que se volvieron inaguantables.
Una vez más, jóvenes y temerarios, no dejaron que esto adentrara mucho en ellos. Claro que les dolió. Claro que les afectó. Pero no iban a permitir que el desgraciado suceso se interpusiera en sus vidas. El 18 de julio de ese mismo año ‘Closer’, el segundo y último álbum de la agrupación de Manchester, fue publicado. Este mítico disco fue el que definió el sonido del post punk y que se volvió influencia para toda una generación de bandas que incluyen desde Radiohead a Nine Inch Nails y The Cure. Bajo ningún concepto comparables en sonido, pero innegable influencia en estética y atmósfera, donde suena perfectamente lógica y racional una mezcla entre algo tan oscuro y gótico con unos sintetizadores y drum machines.
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Estando en la agrupación, antes de la muerte de Curtis, todos los miembros hicieron un pacto: si alguien abandonaba la banda, cambiarían el nombre. Con Ian trágicamente fuera de la alineación, nació entonces en 1980 New Order. El primer sencillo de la banda fue “Ceremony”, una canción que escribió Curtis semanas antes de suicidarse. Este tributo al incomprendido artista fue el inicio de una carrera que llevó a los músicos al éxito que no alcanzaron con Joy Division. Agregaron a Gillian Gilbert, la novia de Morris, para que tocara los teclados. Así transformaron su sonido y dieron un vuelco a la música electrónica. En toda la era dance que fueron los 80s, la música de New Order se volvió comercialmente exitosa y masiva. Desde entonces, han tomado un par de descansos, y Peter Hook se separó de la banda por diferencias irreconciliables, pero hasta el día de hoy continúan lanzando música y generando éxitos.
A 40 años de su concepción, Joy Division es vista hoy como una de las bandas más influyentes de los últimos tiempos. Underrated y overrated, amada y muy cuestionada. Fueron apenas cuatro años de carrera, donde no lo lograron. Pero, queriéndolo o no, su música atravesó espacio y tiempo. Es un sonido que trascendió, son composiciones, interpretaciones y producciones visionarias para su momento. Es el sonido del espacio: negro, misterioso, frío, intangible. Es el eco en la voz de Curtis, los teclados y sintetizadores imprecisos pero meticulosamente puestos en su sitio, son las baterías cortas y marcadas cual banda marcial.
Es el misterioso legado que la banda dejó para el futuro de la música, que nos hace cuestionarnos si el día de hoy tendríamos a los Smashing Pumpkins o nuestras canciones favoritas de Radiohead. Es curioso pensar en la influencia en torno a una banda que ni siquiera logró salir de Inglaterra con su música. Es la curiosa manera de obrar de la música y del culto a los artistas perturbados que en vida fueron dados por sentados, y en muerte son tratados como héroes.