Pensar en La Pequeña Revancha es automáticamente pensar en esa especie de hermosa melancolía y sabor agridulce que se encargaron de dejar con ‘Falsos Hermanos’ en el 2013. Tres años después, entregan nuevo material. Otras siete canciones que tras habitar durante mucho tiempo en las cabezas de Claudia Lizardo y Juan Olmedillo al fin vieron luz. ‘Pasos Sincopados’ es, como ellos mismos lo definen, “una arritmia con sentido”, el contraste de la dulcísima voz de Lizardo y la profundidad y brillo de la de Olmedillo, pasos que dan fuera de tempo pero que dentro de todo hayan su ritmo y siguen andando.
El sonido sigue siendo melancólico, pero se aleja de las remembranzas de tango y bolero que presentaron en su producción anterior para traer algo más variado, que se aleja un poco del folk para entrar en una onda más rockera y melódica y mucho más penetrante, que pareciera dirigido exclusivamente a quien lo escucha. Traen una nueva textura, pues ahora cuentan en la alineación con el apoyo de Búho Galíndez en el bajo y de Rómulo Rašić en la batería, aunque durante la grabación trabajaron con Luis Pulido y Tony Maestracci (Tomates Fritos). El ingeniero a cargo fue Rafael Cadavieco en Sala de Máquinas, la mezcla la ejecutó Max Martínez y el máster final estuvo en manos de Francesco Imbriaco. Adicionalmente, el arte del disco es obra de Christian Vinck, un pintor de Maracaibo que representó el avión donde viajaba el acordeonista Juancho Rois, que se estrelló en El Tigre, edo. Anzoátegui, en 1994, ocasionado la muerte de esta superestrella del vallenato.
El EP abre con el tema “La pequeña revancha”, que al inicio va evolucionando y creciendo hasta que recuerda a una especie de lenta y pesada banda marcial dirigiéndose sincronizadamente a algún sitio, hasta que desembocan en sus características guitarras de pop rock, esa especie de acto de rebeldía que significa una pequeña revancha.
Hablar de pasos sincopados es esperar sonidos dispersos y variados, que demuestran a lo largo de todo el EP. “Yo era el sol”, el primer sencillo del disco, inicia con un denso beat electrónico que nunca vimos venir de parte de esta agrupación, pero logran acoplarlo a sus guitarras y a capas y capas de sonidos orquestales, responsabilidad de Jesús Vázquez, mejor conocido como Percucello, y el violinista Tulio Carrasquel. Esta canción fue escrita por Claudia pensando en su padre, Pedro “PTT” Lizardo, el líder de la mítica agrupación venezolana La Misma Gente, pareciendo hablar desde su punto de vista, desde que sufrió de un ACV en el 2013, y ha estado recuperándose desde entonces.
La oposición de los dos temas siguientes “Rosa De Montecarmelo” y “A mi pesar” es tanta que es imposible pasar por alto. Mientras una la escribió Olmedillo en honor a su abuela, dándole una rítmica y un sonido tan venezolanos, con unas imponentes trompetas, cortesía de Bairon Marchan, “A mi pesar” es un rock mucho más indie, con palmadas incluidas. Esta última es quizás la del sonido más brillante y alegre del disco.
“Temporal” es una especie de inocente sueño, donde el cello y el violín entran una vez más a darle tono magnificente a la nostálgica poesía que Claudia recita, que nada tiene que ver con la irreverencia de “La fiesta del señuelo”, el tema que le sigue, y el más rockero y badass de toda la producción. Finalmente, con “Rojo”, Olmedillo nos ofrece una narración llena de pesadumbre y recuerdos, un encuentro cargado de tensión e ira que asciende hasta un punto titánico que da un épico final a este nuevo e indefinible trabajo discográfico de La Pequeña Revancha.
Esta segunda entrega de la agrupación es prueba irrefutable de que son autores de uno de los sonidos más frescos de la escena venezolana actual. El background musical con el que Lizardo y Olmedillo cuentan juega un rol fundamental en la enorme química que tienen entre ellos, y el resultado final de este experimento es rock, sin límites ni barreras de ningún tipo. Con su melódico estilo, brincos de un estilo a otro sin avisar, demuestran que realmente no buscan satisfacer a nadie, más que a sus ganas de hacer música. Y el proceso es tan puro que, sin quererlo, satisfacen a todo aquel que los escucha.