Los álbumes debut son siempre los más difíciles. Pero, lo más problemáticos, sin dudas, son los follow up a los buenos comienzos. No importa nunca las circunstancias a las cuales se enfrentan los artistas. Hay un camino largo e intrincado que recorrer. Son un túnel de sensaciones que, de una u otra forma, moldean las futuras decisiones de todos los artistas. No hay forma de negar esto. El comienzo de Alya fue música que, a pesar de sus momentos más bajos, logró convertirse en un gran inicio musical y en una exploración artística que podría llevar a cualquier camino a ésta músico para la realización de sus venideros trabajos.
La cantautora proveniente de Rusia, encara la dificultosa tarea de construir un disco basado en emociones personales y literales. El elemento clave acá es, más allá de las temáticas, el estilo de la voz y la instrumentación que la acompaña.
Si hay algo de lo que peca el disco, quizás, es de transitar por espacios musicales que a veces se sienten demasiado planos. Hay partes de algunas canciones que se sienten demasiado transitorias, y en ocasiones, de relleno, como en el caso de “Hachiko”, octavo tema del disco, en el cual a partir de la segunda mitad de la canción, empieza a sentirse una debilidad en la voz de Alya, por querer evocar sensaciones con una enorme capacidad estilística que, de momentos, es irritante. Su estilo, a veces semejable a los de Enya, sobre todo en el fraseo y dulzura que experimentamos en temas como “Puppet Strings” y “Heart Shaped Hole”, quizás los temas más oscuros, además.
Quizás el tema más impresionante, sobre todo por la instrumentación arriesgada desde todo punto de vista, sobre todo para pertenecer a un género del pop europeo, es el tema “Romano”, cuya letra está completamente en japonés, lo que se puede también evidenciar en las decisiones sonoras. La versatilidad compositora de Alya se ve completamente reflejada y puesta en práctica en este único álbum, que a pesar de no ser en inglés, se siente como el verdadero himno que podría resumir a todo este proyecto llamado ‘Ten Years of Solitude’.
A pesar de esos momentos derivativos, Alya logra concretar un disco interesante, en donde su peculiar estilo de vocal y la simple instrumentación la ponen como una interesante propuesta en el mundo del pop independiente.