Tras un año de complicaciones y distancias para Smith Westerns, Max Kakacek, el guitarrista, decidió ponerle fin a lo que parecía ser una relación sin remedio. Así sin más, el trío de Chicago que llegó a estar en la cima del mundo del indie y el glam rock, le puso punto final a una carrera que dejó unos 3 discos, tan bien recibidos por los críticos.
Borrada de sus planes la idea de volver a tocar juntos, cada uno siguió su camino. El cantante Cullen Omori publicó en el mes de abril de este año ‘New Misery’, su primer álbum solista. Su hermano Cameron, el bajista, decidió asistir a la universidad. Por su parte, Max Kakacek empezó una nueva banda con el que solía ser el baterista de Smith Westerns durante sus giras, Julien Ehrlich. Whitney es el nombre de esta banda, a quien atribuyen personalidad propia, mientras ellos funcionan como una especie de medium.
En mayo del 2015 apareció en YouTube “No Matter Where We Go”, su primera publicación como banda. Dieron unos 30 conciertos el resto del año, donde abrieron a bandas como Blonde Redhead, Porches y Tobias Jesso Jr. Fue Tobias quien le dio una serie de demos que Whitney tenía grabados a Jonathan Rado, de la banda Foxygen. Fue entonces cuando Rado decidió que quería producirles un disco. Los músicos pasaron tres semanas en el estudio casero de Rado, durmiendo en carpas en su patio trasero.
Dado por terminado el trabajo a principios de este año, anunciaron oficialmente su primer sencillo y el lanzamiento de su primer álbum. “No Woman” abre este disco, donde se revela que quien canta es el baterista Ehrlich, quien también tiene en su curriculum haber formado parte de Unknown Mortal Orchestra. Junto a todo un ensamble que incluye a Josiah Marshall en el bajo, Malcolm Brown en los teclados, Print Chouteau en las segundas guitarras y William Miller en el corno y las trompetas, dan inicio a una media hora de melodías tan alegres como nostálgicas.
De lo que más atrapa a lo largo y ancho del álbum es la melodía que aportan las guitarras. El ejemplo más remarcable ocurre en “Dave’s Song”, donde la guitarra es protagonista, mientras el cantante pide que lo reciban de vuelta, así sea sólo como un amigo. En la siguiente canción, “Light Upon The Lake”, que da nombre al disco, la guitarra se acopla con el resto de los instrumentos, y el sonido se vuelve tan folk, con una textura sepia, que se hace imposible no pensar en el veterano del indie folk melancólico Sufjan Stevens.
Luego, con un salto, “No Matter Where We Go” es esta especie de canción acompañada de un vídeo color pastel sobre la fantasía adolescente de ir por la carretera en un convertible como un rockstar, con una chica con las manos al aire y una chaqueta de David Bowie. Aunque puedo estar equivocada, de eso van las letras de Whitney. Infantiles, algo inmaduras, sobre corazones rotos y aventuras de verano, de esas en las que vas con suéter a la playa a ver el atardecer.
El resto del disco suena a una mezcla entre Mac Demarco, Unknown Mortal Orchestra y el toque orquestal que ellos le han dado a su propio indie. Si bien es cierto que no están inventando nada nuevo, consiguieron crear un sonido impecable, moldeable, irrefutable, que según las propias circunstancias te traerá un montón de alegría o te sumergirá en un mar de nostalgia.
‘Light Upon The Lake’ es un álbum fácil de digerir. Tiene guitarras que atrapan y una voz que incomoda pero agrada. Tiene rock, tiene country, trompetas, violines, letras tristes, letras bonitas e incluso una canción tan pop que incluye un “nananana” para que hagas el coro. Es la clase de disco que por su constancia y uniformidad, podría sonar en un loop eterno y realmente no te molestaría, porque es tierno y juvenil, es melódico, y cada instrumento está puesto con cuidado y juega un rol diferenciador. Escuchado en su totalidad, es el disco indie perfecto.