Marta De La Vega nunca supo que Lauri se iba a convertir en Laura Guevara, “es un esfuerzo que ella ha ido labrando como una filigrana”. La veía usar un mortero como micrófono, componer canciones que no le mostraba a nadie, escribir e ilustrar sus propios cuentos, “es un don”. Y junto a todo aquello, se percibía ya su altruismo, un sentido de liderazgo no confrontativo, sino por el amor, el acuerdo y el consenso, más que por la imposición.
A pesar de ello nunca pensó que estaba criando a una artista, simplemente se trataba de sus dos hijos, dos personas. Uno se convirtió en ingeniero –con la misma pasión por la música y el arte por la que conocemos a su hermana– y la otra es Laura Guevara.
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“Tú les das todas las posibilidades que tienes a la mano, y buscas las que no, para tratar de darles a ellos las mejores oportunidades. Ellos van decidiendo el camino”.
Sobre la crianza, cree en darles los valores y principios, la integridad y la excelencia, “excelencia con integridad”. Con eso sabía que donde estuvieran iban a dar lo mejor posible. En cada niño hay un potencial que se desarrolla según sus propios intereses y la disponibilidad que tengan de acceder a las oportunidades.
¿El resultado? Una hija ejemplar como ciudadana, altruista y finalmente artista. Laura Sofía piensa en los otros, como a los que merece entregarles lo mejor de sí, en eso se ha convertido su carrera musical y además posee talento para el arte en general, se ha desarrollado como artista plástico, en teatro y en cine –especialización sobre la cual desarrolló su tesis en Arte, elogiada por sus jurados y profesores–; esa misma persona es la que llevaba su cuatro y una nariz de payaso a los hospitales, porque “la sonrisa cura” – nombre que lleva uno de los cortometrajes que desarrolló durante la carrera– . Cuando crías a una persona tienes como resultado a una persona amorosa, una ciudadana ejemplar.
“Yo me siento honrada por los hijos que tengo, pero además es una gran responsabilidad”, ello implica siempre darles amor, a pesar de que en momentos se deba recurrir a la severidad y que los padres también se equivocan.
Tanto Laura como su hermano fueron siempre muy autónomos. Sus padres, muy sensibles al arte, los llevaban a visitar museos, ir a conciertos; todo ello influyó en ellos, “tú no puedes imponerle nada a los niños, si quieres que sean respetuosos y responsables, no puedes imponerle las cosas, los terminas castrando”.
“Tocaba el violín como un ángel”, pero la falta de pedagogía de ciertos profesores la hizo retirarse, a veces se arrepiente de no haber seguido estudiándolo, y ese retiro le impidió pertenecer al coro de su colegio. Pero cuando una puerta se cierra, dos se abren. Ingresó entonces a los Pequeños Cantores de la Schola Cantorum, y pudo aprender no solo a usar su voz para cantar, sino a expresarse con todo su cuerpo, que es el instrumento entero.
Marta De La Vega fue fan de su hija desde siempre, de sus dos hijos. “Todo lo que hacen bueno se los celebramos, aunque fuera poner bien la mesa”. Desde que la veía ser corista de una banda de rock –en una especie de taguara en Altamira –, sus ojos estaban en ella, no solo por ser su mamá, sino porque destacaba y Laura también supo que podía ir más lejos de lo que estaba haciendo allí. “Ya desde ese momento yo era fan”.
Quienes han ido a un concierto de Laura, aunque no conozcan a su madre, podrían identificarla en el público. Es la que tiene la sonrisa más grande. “Mi estado de ánimo es de absoluto embeleso”, sin embargo no pierde el sentido crítico, y siempre le comenta algún pequeño detalle –cosas que solo ven las mamás– “te estabas tocando mucho la oreja”. Para ella, los conciertos son mágicos siempre, especialmente los grandes que ha tenido en el Centro Cultural Chacao y BOD.
Sigue muy de cerca en lo que trabaja su hija, siempre Laura le ha pedido a ella o a su papá que se sienten a escuchar algo que compuso, y le encanta ver cómo algo evoluciona desde que se sienta con ella en el piano, hasta que lo escucha en vivo o lo que está en su disco, el enriquecimiento de sus propios arreglos “la canción es la misma, pero nunca igual”.
Desde que iniciaron las protestas en Venezuela, debido a las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia, Laura Guevara no es solo una cantante venezolana, sino que ha querido demostrar ese altruismo y valores ciudadanos que enorgullecen a su madre haciendo uso de la fuerza de sus redes sociales para contar lo que está pasando.
“Laura se debió haber ido hace dos semanas”. Marta De La Vega y Manuel Guevara se encontraban fuera del país, y lo menos que esperaban al regresar era que Laura siguiera aquí, mucho menos dedicada al periodismo ciudadano, a apoyar a los heridos en los hospitales, a buscar insumos y, a componer: un himno a la libertad, una canción “épica” que pronto deberíamos poder disfrutar todos.
“Ha sido, te confieso, muy angustioso”, por el estado de indefensión en que se vive. Con el corazón en la garganta, Marta pide siempre a Dios y la Virgen que la protejan. También siente mucho orgullo de los valores que demuestra su hija, y el compromiso que tiene como demócrata y ciudadana.
Como muchas madres venezolanas, Marta estará ahora separada geográficamente de su hija, que inicia la internacionalización de su carrera con un concierto gratuito en Panamá, para luego residenciarse en México.
“Es menos difícil el que se vaya porque ha sido escogido deliberadamente por ella”, y ve la oportunidad no solo de llegar con su música a otros países, que era un paso lógico, sino del crecimiento personal, de su autonomía e independencia. “Que pueda volar con sus propias alas como mujer adulta”.
Marta De La Vega nunca supo que Lauri se iba a convertir en Laura Guevara, pero la dejaron serlo. A pesar de estar divorciados, con sus hijos siempre han sido una sola voz, una sola mano, un solo apoyo. Son muchos los padres que se niegan a permitir carreras musicales, a ellos les recuerda que entre todas las profesiones, las artísticas requieren de gran apoyo familiar, por las dificultades económicas que brinda, por lo lentas que pueden ser en dar frutos.
“La música y cualquier otra profesión, oficio o actividad, todos son valiosísimos si los haces con calidad, amor”. Piensa que esta “pseudorevolución” ha pervertido la mente de los jóvenes hacia el inmediatismo, a creer que la dádiva del Estado es un derecho adquirido. “Cualquiera que sea el oficio, que lo hagan con honestidad, con trabajo, que entiendan que no es por magia que las cosas salen”.
No cabe duda de dónde viene Laura Guevara cuando has conocido a su mamá Marta De La Vega, el ejemplo siempre será la mejor forma de enseñar.