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¿La canción es del artista o de la musa?

Publicado por
José Domingo Herrera

 

El artista queda inmóvil ante sus mareas internas. Como esclavo de sus sentidos se da cuenta de que no es libre, de que no tiene escapatoria. Se da cuenta de que la existencia nos queda demasiado grande. Así, el artista camina en solitario, escoltado por las sensaciones y guiado por las emociones, por un túnel cuya única salida es la expresión, el canto, el grito, el verso. El artista no vive para comunicar, sino que comunica para vivir.

Como todas las profesiones, el arte también tiene una misión. Hoy en día, a pesar del supuesto desarrollo de las sociedades, los pueblos siguen señalando al artista con un dedo juzgador. Sin embargo, lo hacen porque sus ojos son charcos ante la profundidad oceánica del genio creador. Entonces, ¿cuál es la misión del artista?, pues su misión es defender la sensibilidad, mantener la humanidad, alejarnos de la automatización, avivar la imaginación, promover la fe, alebrestar la curiosidad, recordarnos que hay algo más allá de todo lo que nos rodea. Para lograr eso, el artista entrega su vida.

Pero, ¿de dónde saca el artista sus obras?, ¿las saca de su interior?, ¿del mundo que gira a su alrededor? Si alguna vez pudiera conocer a mi cantante preferido, lo pensaría. ¿Por qué? Porque el arte es independiente del artista. Es decir, las buenas obras tienen vida propia y poco tienen que ver con su padre.

La materia prima de la obras está en los pueblos. Flota entre los acontecimientos del día a día. Espera, entre los antagonismos de las sociedades, a que el radar del artista, mejor conocido como inspiración, la cace y la funda en su embrollo interior. El artista anda por la tierra con sus sentidos activos, tal cual detectores, como si fuesen las herramientas de un ser enviado para captar los mensajes del universo y ponerlos a disposición de los hombres. El buen artista entonces evalúa los distintos temas, las posibles historias, las diferentes tramas a través de sus sentidos hasta que la inspiración elige y decide de que se va a componer la obra.

Así, ya una vez cautiva la materia y convertida en idea, la sensibilidad del artista (confundida a veces con talento) y la perseverancia, se encargarán de traducir esos pensamientos en el idioma universal. De esa manera se forjará una nueva vida. En este punto, tanto la sensibilidad como la perseverancia son igual de importantes. La sensibilidad dictará los parámetros y la estructura de la nueva obra, mientras que la perseverancia será el combustible que mantendrá a las manos y a la inspiración en constante búsqueda y en constante desarrollo. La sensibilidad construirá el alma. La perseverancia construirá el cuerpo.

Por lo tanto, el artista viene a ser más el medio que el emisor. Él es el encargado, él tiene los sentidos en la sintonía adecuada, él tiene el don de la inspiración, la sensibilidad necesaria y la determinación para crear la nueva idea, sin embargo, la idea ya existía, aunque vaga e incompleta, en la naturaleza y la sociedad. Sin duda, el aporte del artista es enorme, no obstante, el mérito no es de él sino del tiempo que es el encargado de poner en el momento adecuado y preciso los tres ingredientes: La materia prima, el artista y la magia que se crea entre ellos dos.

La canción, entonces, no es del artista ni de la musa. La canción es la explosión que se crea entre ellos bajo el encanto de un momento determinado. Si hay alguna muestra visible de que existe algún ser superior, de que existe algo más allá, es precisamente ese momento en el que el ruido se convierte en canción.

Por eso, los artistas que crean con el mero fin de lograr reconocimiento social y alcanzar el éxito económico, pueden llegar a posicionarse dentro de la industria. No obstante, algo es ganarse un nombre dentro de los medios y otra cosa es ganarse un peldaño en la escalera de la historia y la trascendencia. Para que la obra, canción o libro, sea eterna, debe nacer de la conexión entre el artista, su mundo interior y la conciencia colectiva. De lo contrario solo será un coro pegajoso, una frase cliché, una cifra económica.

El arte real es una cuestión de esencia y de necesidad existencial. Este puede estar pintado por matices políticos, siempre y cuando el centro de la obra artística abarque un tema trascendental. En tiempos como los actuales no es fácil encontrar arte puro y comprometido, no obstante, se puede encontrar si se busca bien.

 

Publicado por
José Domingo Herrera

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