Al llegar a las afueras del Centro Cultural BOD la noche del viernes, había una impresionante cantidad de gente. Se me hacía muy difícil creer que todos estuvieran ahí por Versed. No por nada en contra de Versed, sino porque para la banda de rock venezolana promedio, mover tanta gente no es tan sencillo (pasando por alto las excepciones que ya todos conocemos).
Tuve razón con mi primera impresión. Se me acercó un muchacho preguntándome si venía a ver ‘Improvisto’. Todo cobró sentido entonces. Me quedé cómo el muchacho iba repitiendo la pregunta a cada persona que se le cruzaba, tratando de ver quiénes decían que no. Muchos señores con pinta de papás negaban con la cabeza. Me dio curiosidad ver quiénes pasarían al momento de abrir la sala.
Me tomó un poco más de tiempo bajar hasta el auditorio, para encontrarme con una sala llena como en un 80%, con la mayoría de los asistentes siendo quienes yo asumí como familia de las agrupaciones a presentarse, entre otros curiosos y admiradores, en particular cuatro chamos que se sentaron justo detrás de mí, que no pararon de hablar en toda la función, y son los más ávidos fanáticos de Versed, pues no pararon de cantar desde que la banda pisó el escenario hasta que se fueron.
Para abrir el concierto, la banda seleccionada fue Luar. Esta agrupación tiene la particularidad de que sus miembros tienen entre 13 y 16 años, y tocan un pop rock/punk que me transportó a cuando yo tenía como 15 y mis bandas favoritas eran Paramore y All Time Low. Primero pensé que era un género que venía con la edad, pero luego reflexioné sobre que los íconos de esta generación son cantantes como Ariana Grande o Shawn Mendes, lo que vuelve a los chicos de Luar los ultimate outcasts, más rockeros de lo que alguna vez nosotros nos consideramos.
Lo que más rescato de Luar es a su increíble guitarrista. Es la mayor del grupo, es la única niña, es la guitarra principal y es una dura. Dato curioso: cuando yo tenía 15 años pertenecía al coro de la iglesia de mi urbanización, y esta misma niña que me dejó boquiabierta con sus solos progresivos, era una de las guitarristas del coro. ¡Que vivan las vueltas que da la vida!
Luar terminó su show, y luego de una merecida ronda de aplausos, el escenario quedó vacío para prepararlo para el acto principal. El tiempo que tomó para que Versed se montara fue quizás un poco más extenso de lo debido, o sólo son ideas mías y de la ansiedad perenne que sufro. Pero finalmente anunciaron el momento de entrada de “una de las bandas venezolanas que más le echa bolas”, aunque antes, y para recibirlos, se hizo la transmisión del vídeo oficial de “Prisma”. En resumen, plasmaron lo que significa conocer a alguien brutal, que de repente te diga que se va del país, y que se te revuelva todo por dentro mientras piensas en todo lo que compartieron juntos.
Por fin, se subieron a la tarima Samuel, Omar, Rafael y el nuevo integrante, Daniel. Lo curioso y cómico de Versed es que su música es algo oscura e implosiva, pero cuando toman el escenario, los músicos se vuelven loquitos y se mueven y brincan como todos unos rockstars.
El repertorio de Versed consistió en un recuento de las canciones de su álbum ‘Visiones’, sumadas a un par de nuevos temas que siguen una línea sonora similar. Para “El mismo error” invitaron a Sebastián “Curly” Crespo, vocalista de la banda Dinosaurio, para cantar a dúo junto a Samuel. Otro de los invitados fue el rapero FlySinatra, que ya forma parte de los invitados fijos de Versed, durante el tema “Aire”, justo después de una íntima interpretación solista de Samuel del tema “Eres”, junto con una bailarina realizando una danza interpretativa.
Otras de las piezas que tocaron fueron un par de covers: “Vivimos por vivir”, de Candy 66, a quienes recordaron como una de sus bandas nacionales preferidas; y una interpretación de “Moirè” de Soda Stereo, que será parte de un álbum tributo a Soda que está organizando una revista chilena junto con bandas de todo el continente hispanoamericano.
En palabras de Samuel “eso fue una locura”. La banda aprovechó ese momento para una descarga súper mística y experimental que nos dejó a todos con las pupilas dilatadas de la fascinación. El juego de voces, pedales, y los recién incorporados sintetizadores hicieron de este performance todo un espectáculo. En lo personal, esta interpretación me voló la cabeza, y amaría ver un poco más de esto.
A la noche no le faltó mucho para acabarse. Finalizaron con “El peso del tiempo”, con la misma energía con la que iniciaron, quizás hasta más extasiados, y el público aplaudió hasta más no poder. Revelaron que fue el primer show que producen por su cuenta, y fue también el primer show donde se presentan en solitario. Para toda la calidad entre la producción y la entrega en tarima, el resultado final fue bastante envidiable.
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