Ante todo, puntualidad. Desde la reactivación de los conciertos y demás presentaciones en vivo en Venezuela gracias al pseudo control de la pandemia, ha habido una intención –o al menos, se hace el intento– de implantar la cultura del respeto y consideración a eso que, como arena, se disuelve en nuestras manos y no tiene reversa: el tiempo. Da gusto ese fresquito en el pecho cuando se apagan las luces y miramos el reloj y ver que un show está comenzando a la hora, lo que da una sensación de control de evento en el que se está presente, obviando cualquier causa extraña no imputable que se escape de las manos de cualquier producción –porque contra la naturaleza no se puede, pero este no fue el caso.
Se dio inicio al Réquiem por un Zapato en Caracas, en la ciudad que vio nacer a la banda que profesionalizó al rock en Venezuela. El statement de esta gira que los ha llevado por Estados Unidos, Europa y Cono Sur, es un ritual y homenaje a quien fue un pilar, productor y el baterista definitivo de Zapato 3, esto último dicho por todos sus sucesores a quienes les ha tocado la responsabilidad de continuar el legado que el recordado Diego Márquez construyó en distintas fases de la trayectoria de Zapato, si bien de forma intermitente, en cierto aspecto, siempre estuvo presente durante la historia de Z3. Arrancar el show con Obstinado y Dónde Estás, precedidas de imágenes de Diego, fue un detalle tan atinado como bien transmitido, y a su vez, muy bien sentido por toda esa carga emocional que viene del amor, el respeto, la gratitud y el buen recuerdo de lo que Diego Márquez fue, es y seguirá siendo para Zapato 3: ese master de la batería, multiinstrumentista, pieza clave en la historia de Zapato y de nuestro rock en general, así como también ese amigo, ser humano y personaje único que fue Diego, cuya carcajada podía casi que escucharse en nuestro subconsciente cuando vimos su rostro en las pantallas.
Ante la ausencia física del homenajeado, meses atrás ya había entrado una nueva pieza que ya había sido anunciada virtualmente ante los seguidores zapateros del mundo y ya algunas ciudades extranjeras habían tenido la dicha de presenciar su debut: Darío Adames, conocido por haber sido baterista de Los Chevynovas, Negus Nagast, Cabaret y más recientemente por haber sido integrante de Caramelos de Cianuro. Desde su posición actual en el campo y con esta nueva camiseta, demostró ser el fichaje más acertado y completo para llevar el peso, el ritmo, el tempo, las explosiones, los cortes, los redobles y el feeling que Zapato 3 necesita para que las teclas, las cuerdas y la voz dibujen ese arte que emana de ellos, ese sonido que sus seguidores no logran explicar ni describir, pero que sienten y los conecta a todos. La compenetración de Adames con Fernando Batoni, Álvaro Segura, Jaime Verdaguer y Carlos Segura hace ver como si ya hubiesen tocado años atrás, cuando resulta que el anuncio de su inclusión en la banda se dio con la confesión del detalle de que ni siquiera habían tenido un primer ensayo con él. Más allá de las razones geográficas que estratégicamente favorecen a Zapato 3 por el ingreso de Adames, la razón real, consciente o no, pareciera más una cuestión de conexión cósmica, de intuición y de energía por la que se dio su selección, y a su vez, de su cercanía con Diego, de quien conserva mucho de su estilo de tocar. Darío Adames vendría a ser el séptimo baterista que ocuparía esta posición en la historia de Zapato 3, y a su vez el cuarto baterista que formará parte de la discografía a partir del momento en que publiquen su próxima producción. Aplausos de pie para Darío Adames, por haberse puesto bien unos zapatos que ya eran difíciles de calzar.
Resulta curioso escuchar a los miembros de Zapato 3 decir que hoy no son una banda realmente activa, ya que que solo se reúnen cada cierto tiempo para presentarse en vivo o para hacer una gira, lo cual es cierto; o para grabar, algunos desde la distancia, las canciones canciones que han soltado durante el presente siglo. El punto es que, quien no los conozca, no creería estas afirmaciones, porque después del nivel que se vio en esta presentación, cualquiera creería que es una agrupación que ensaya todos los días, lo que también es una lección para bandas mucho más jóvenes que sienten temor a reunirse porque sienten que capaz no sonaría “igual”. Esa es precisamente la clave que mantiene vivo y diferente a Zapato: no pretender ser lo que eran hace años, ni tampoco sonar exactamente a cómo sonaban antes en sus discos (aunque varios de sus seguidores no estén de acuerdo con esta característica). El nivel de engranaje y engrasamiento que hoy vemos en Zapato 3 es digno de una agrupación que está más que en forma para seguir tocando al menos durante las próximas dos décadas y quizás más.
Anoche fuimos testigos una vez más de que el rock venezolano está dotado de tener shows actuales que se equiparan al nivel de grandes agrupaciones latinoamericanas y hasta anglosajonas. Justo en el momento en el que se cumplen 40 años de su fundación, Zapato dio una clase de cómo se puede apuntar a tener una calidad de espectáculo con grandes exigencias técnicas, de pantallas de alta gama, con equipos de iluminación extraordinaria, con visuales a la altura –mención ultra especial para Néstor Villasmil y su trabajo– y demás efectos que le hicieron justicia a esas grandes composiciones atemporales que anoche eran cantadas por familias completas, integradas por niños de 12 años hasta mayores de 60. Ahí quedó demostrado lo equivocada que está esa falacia de que sólo los géneros musicales tropicales son los únicos que hoy tienen ese derecho de un montaje que haga vivir una experiencia, punto que no es nuevo en Zapato: desde su gira Separación ya ellos le habían dado el carácter profesional al rock venezolano en cuanto a presentaciones en vivo, siendo ellos pioneros en este aspecto y adelantándose a las bandas reconocidas del momento y de antes.
Fueron dos horas y cuarto de un setlist que se sintió corto. Cuando un grupo logra hacer canciones que se hacen himnos, la banda es la que más sufre en la selección de temas, mucho más que los mismos seguidores que saliendo del recinto se quedaron con ganas de temas como Permanecer, Pienso Perdonarte, El Amor Es Sangre, El Amante, No Puedo Despegar, Qué Mente, Asfalto, Mariposas de Plata o Recordándote, y que ese público con ganas de más muy probablemente desconoce, sin querer, que cada recinto tiene su horario y que de haber sido por Zapato 3, hubiesen incluido estas canciones y muchas otras. Mención especial a cerrar con Entrada de Bala, canción que originalmente tuvo la intención de darle un ascenso a su primer vocalista, el fallecido Javier Avellaneda, y que anoche le dio el sello no solo al show, sino al requiem en el que todos deseamos que el alma de Diego vaya en paz al mismo lugar.
Si hay algo que siempre ha caracterizado a Zapato 3, es su firmeza ante el significado de la fuerza del presente, aunque reconozcan que el pasado tiene su lugar. Zapato 3 es coherente en verbo y acción con eso de traer al nombre de Zapato 3 al presente en cada gira que diseñan, y a su vez, de una forma muy futurista, pero nunca apelando a la nostalgia y justamente eso es lo que varios de sus seguidores deben aprender a practicar para estar en sintonía con su intención. Es natural que a muchos les cueste no recurrir a la remembranza o al mero sentimiento de recordar momentos de antaño, cuando más bien consiste en acompañar a Zapato a continuar esta bonita historia que, paradójicamente, igual quedará plasmada en el recuerdo.
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