Red Hot Chili Peppers es uno de los grupos más influyentes de la historia del rock. Desde el lanzamiento en 1991 de Blood Sugar Sex Magik, el grupo se ha mantenido como uno de los más importantes del mundo, llenando estadios –siempre que no lo impidiese una pandemia–. Es una de esas bandas que parece ir a su propio fluir, separada de la mayoría de los trends del momento y trabajando a su ritmo y a sus gustos. El regreso de los Peppers es uno de los eventos clave del mundo del rock este año, en especial cuando se asimilamos incluye a su icónico guitarrista, John Frusciante, el guitarrista responsable de ese sonido RHCP que, sin duda alguna, es el que más gusta.
Una pieza clave dentro del rompecabezas de los Peppers, es que no siempre ha estado presente Frusciante, reconocido como uno de los guitarristas destacados en su estilo, y además de eso, una de las figuras claves en la capacidad de transformación de la banda. Desde su llegada en 1989, con el disco Mother’s Milk, parece ser el encargado de llevar a la banda hacia el futuro, incluso a rastras cuando hacía falta.
Sin embargo, su personalidad errática, su incomodidad con la fama y sus problemas de droga (bajo control desde hace ya un par de décadas) han hecho que abandone la banda un par de veces: En 1993 durante la gira de Blood Sugar Sex Magik, cuando fue reemplazado por Dave Navarro de Jane’s Addiction, y en 2009, cuando Josh Kliffhonger (uno de los protegidos de Frusciante) pasó del teclado a la guitarra.
Por eso es tan potente que esté de vuelta en el grupo y que la banda suene tan unida en Black Summer. Sin embargo, el tema no necesariamente parece un paso adelante, sino más bien un ‘throwback’ bien armado a la mejor etapa de la banda: La trilogía de Californication (1999), By The Way (2002) y Stadium Arcadium (2006). En particular Black Summer parece sacada de Californation, aunque con una ventaja: Anthony Kleidis está empezando a ver hacia fuera en sus letras.
Kleidis es un compositor particular. Si bien ha escrito algunos de los temas más memorables del rock, parece tener solo tres puntos de partida para sus letras: Su relación con las drogas, el sexo y su vida en California. De nuevo, esto no es un defecto, de estas obsesiones salieron temas como Under The Bridge, Californication o Suck My Kiss además de ser el autor del rock n’ roll que más ha explorado el lado espiritual del sexo.
Pero está vez Kleidis se permite ver hacia el estado del planeta, y parece estar preocupado. Black Summer es un llanto sobre calentamiento global, políticas represivas y un futuro incierto. Esto demuestra que vienen nuevos en la palestra de los Peppers, pero aquí abordados a la perfección y sin perder de vista ese lado espiritual del grupo presente desde que trabajaron con Rick Rubin.
Quizás lo único lamentable es que al ser una balada, la siempre confiable sección rítmica de la banda tiene poco espacio para brillar. Si bien tanto el bajo de Flea, como la batería de Chad Smith, cumplen sus funciones, este tema no les deja los espacios de protagonismo que sencillos con By the Way y Can’t Stop les otorgan. En el fondo no es un defecto de la canción, sino simplemente un deseo para el resto del disco.
Pero de momento Black Summer es un aplaudido regreso de los Red Hot Chili Peppers con su guitarrista más icónico al sonido que los hizo leyendas. Si eso es lo que ofrece el disco, será difícil ignorarlo.
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