Es complicado ponerse en los zapatos de U2 al final de los 80. La banda era responsable de dos de las obras maestras de la década, tales como The Unforgettable Fire y en especial The Joshua Tree, pero también estaban lidiando con su primer gran fracaso desde volverse estrellas. El documental Rattle and Hum marca a la banda como snobs egocéntricos, aunque el disco que lo acompaña tiene algunas canciones que se volvieron clásicas.

Al mismo tiempo, aunque la explosión alternativa no había ocurrido del todo, los vientos de cambio podían sentirse. Ya en Seattle, Nirvana, Pearl Jam y compañía, empezaban a darle forma a la oleada del grunge y poco a poco los sonidos new wave empezaban a desaparecer de las listas de éxitos. Con ese panorama la icónica banda irlandesa debía entrar al estudio y lo hicieron decididos a cambiar de dirección. Para ello la banda siguió una estrategia probada en el rock: viajar a Berlín con Brian Eno.

Pero Berlín en 1990 era una ciudad distinta a la que había servido de inspiración a Bowie e Iggy Pop. El Berlín de principios de los 90 era una capital en reconstrucción, tras la caída del muro, el humor de la ciudad era bastante optimista, aunque aún mantenía el espíritu experimental que la hacía tan atractiva para músicos en busca de reinventarse. 

Lo cierto es que en el caso de U2, el cambio de sonido fue radical. Según el propio Brian Eno, el grupo se prohibió escribir himnos como los que habían caracterizado al grupo hasta la fecha, buscando un sonido más sexy (si es que alguna vez se puede definir a U2 como sexy) y no se viese obligado a buscar trascender en cada canción. En resumen, los irlandeses dejaron el ego de lado y se permitieron hacer un disco de pop.

El resultado es irónicamente uno de los discos clave de la historia de U2. Uno de los tres pilares de su legado junto a Joshua Tree y All That You Can’t Leave Behind, y quizás el más interesante. Por un lado, canciones como Mysterious Ways o Even Better Than The Real Thing muestran este nuevo sonido, un lado más “sexy” y dependiente de la sección rítmica del grupo, dejando brillar más que nunca a Adam Clayton y Larry Mullen Jr. Por otro lado, los pocos temas donde la banda decide recurrir a sus himnos en canciones como So Cruel y One, esta última camina a la perfección la línea entre canción de amor y plegaria que siempre ha definido al grupo.

Es también el disco que mejor muestra el talento para construir paisajes sonoros de The Edge, mención destacada a la sesión de virtuosismo que representa Acrobat o bien por la construcción pedalera de The Fly. Siempre ha habido quien discute el lugar de The Edge en el monte rushmore de los guitarristas, pero es cierto que hace falta una prueba de su talento es este disco.

Acthung! Baby es una criatura extraña. Un disco cargado de ironía, donde un grupo que ha construido su sonido y su identidad lírica, se atreve a explorar a profundidad sus defectos. Un álbum en el que una banda guitarrera deja entrar los sonidos electrónicos en el disco donde mejor trabajan las 6 cuerdas, y un trabajo en el que Bono no suena como la egocéntrica máquina de construir hits que lidera una banda con el PIB de una nación pequeña. Es. en consecuencia. el mejor disco de una banda que tiene en su haber más de un clásico, y la prueba definitiva de que no son aburridos.