El lanzamiento del tercer disco de Lorde era uno de los eventos musicales más esperados del año. Pure Heroine de 2014 cambió la forma en que pensábamos en el alt pop, trazando un puente que cruzaron Tove Lo, MØ y más recientemente Olivia Rodrigo, Charli XCX y Billie Eilish. Por su lado, aunque menos exitoso comercialmente, Melodrama de 2017 fue una excursión en el pop más puro que exploraba el desamor en el final de la adolescencia y uno de los discos más aplaudidos por la crítica en su momento. Solar Power era la primera oportunidad para escucharla como adulta, y después de un primer sencillo homónimo que se alejaba de su sonido anterior, las expectativas no podían ser mayores.
Por fortuna, Lorde no decepcionó con un disco que muestra a la artista dispuesta a sorprender, e incluso, decepcionar a sus fans, con tal de hacer la música que ella quiere.
Solar Power, como ya lo había adelantado la cantautora, es una colección de canciones cuyo sonido y estética salen de la California de la segunda mitad de los 60, lleno de armonías vocales y guitarras acústicas que podrían haber acompañado temas de grupos como The Mamas and The Papas o al lado más pop de los Beach Boys.
Estas influencias se hacen obvias en California, pero están presentes en todo el disco con The Path y Confessions From a Girl (Who’s Seen It All) sirviendo como los mejores ejemplos. Líricamente también explora nuevas avenidas con el segundo sencillo Stoned in the Nail Salon sirviendo como una buena muestra del hastío generacional, y Dominoes funcionando como una perfecta crítica a cómo la misoginia parece darnos infinitas oportunidades a los hombres, incluso cuando hay denuncias de abusos.
Pero la joya de la corona es Mood Ring, un tema que apunta directamente a la obligación de ser felices que parece implantarnos en la actualidad. La astrología, el yoga y los sitios de noticias de celebridades son los blancos más directos de la artista, pero parece que el tema fuera una escopeta hacia todo occidente, una buena compañera a Royals, el tema que la hizo famosa.
Si hay un problema con el disco es Jack Antonoff, el productor, guitarrista y líder de Bleachers sirvió como un aire fresco cuando apareció en la escena como productor, pero su trabajo aquí homogeniza las canciones. Mientras que en Folklore de Taylor Swift consiguió los detalles que diferencian cada canción, probablemente ayudado por la presencia de Aaron Dresner, aquí parece algo perdido y eso hace que aunque los temas individuales puedan brillar, el paquete completo se vuelva un tanto repetitivo.
De cualquier modo es bueno ver que, en su tercer disco, Lorde sigue dispuesta a pelearse con lo comercial y probar cosas nuevas. Era difícil imaginar este disco viniendo de sus anteriores trabajos, y no hace más que emocionar por el futuro de la neozelandesa.
4/5
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