Cuando revisemos el arco de la carrera de Lady Gaga será complicado de reconciliar. La artista que apareció en el mundo del pop con el impactante The Fame de 2008 y su versión extendida The Fame Monster, un trabajo de esos que encajan como una piedra en el inconsciente de una generación. Una colección de videos musicales que revolucionarios que se presentaron justo cuando YouTube estaba transformándose en la plataforma principal para su distribución.
Pero más allá de su música, la personalidad de Gaga parecía interesada en crear escándalos. Fuese a través del vestido hecho de trozos de carne o de aquella épica presentación de Paparazzi en los VMAs, muchas veces su personalidad extravagante distraía de su música. Hay que decir que ese primer disco estaba lleno de intocables temas pop: Let’s Dance, Bad Romance y Telephone son solo algunos de los ejemplos más evidentes, pero es un disco que existe sin desperdicios.
Desde afuera sin embargo era fácil desestimar a Gaga como refrito pop de ideas previas, una versión más pop de Bowie o una versión Marilyn Manson de Madonna, pero rápidamente, en particular gracias a su segundo disco: El entrañable Born This Way, la artista demostró que tenía su propio mensaje y su propio sonido. Fue también allí cuando empezó a conseguir el aplauso de los músicos icónicos que siempre admiró. Fuese Clarence Clermont, el icónico saxofonista de la E Street Band de Bruce Springsteen quien cierra Edge Of Glory, los miembros de Metallica, con quienes se presentó unos años después en los Grammy, o incluso su tributo a David Bowie en ese mismo escenario el año de su muerte.
Pero a medida que ha ido dejando atrás la necesidad de la controversia, aunque no es que le tenga demasiado miedo, poco a poco se fue haciendo una presencia fija en los eventos de cultura pop como el Super Bowl, donde dejó uno de sus mejores momentos televisivos, e incluso protagonizó una de las películas más exitosas de 2018: La versión de Bradley Cooper de A Star Is Born de la que se desprendió el hit Shallow, ya transformada en una de sus composiciones más conocidas y que le ganó una nominación al Óscar como mejor actriz.
En el camino dejó dos discos que parecen haber pasado por debajo de la mesa, al menos para sus estándares: Artpop de 2012 y Joanne de 2016, aunque ambos tuvieron algún hit en especial, Joanne que puede presumir de Million Reasons y Perfect Illusions, es un disco que vale la pena repasar ahora que cumple 5 años. Dejó además un disco en colaboración con Tony Bennet bajo el título de Cheek To Cheek (2014) con el que reafirmaba su lugar en la corte de la realeza del pop.
Pero 2020, que quizás debió ser su gran año del regreso, trajo uno de sus mejores discos: Chromatica su trabajo de pop más directo con vibras de discoteca ochentera que merece volver a explotar cuando finalmente podamos volver a las pistas de baile y a los festivales.
Es un trayecto largo, que ha transformado a la artista en parte del establishment del pop. Pero a pesar de eso, Gaga aún puede generar algún escozor: en el camino se ha transformado en un ícono de la defensa de los derechos LGTBQ+, figura feminista y parte de las brujas de Stevie Nicks en American Horror Story, además participó en una de las protestas de Black Live Matters en Nueva York. En la inauguración de Joe Biden se ha sumado a figuras como Bruce Springsteen, Bon Jovi, o los Foo Fighters sin verse fuera de lugar.
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