Dejando a un lado las bandas y solistas de gran importancia dentro y fuera de Venezuela, son varios los artistas que buscan un espacio en el gremio dando sus primeros pasos en diferente partes del mundo.
El músico suele salir de su país de origen en busca de la internacionalización. Sus inicios, en muchos casos, son en bares con toques pequeños a los que en inicio solo asisten amigos y familiares. De ahí parte todo.
La migración masiva ha hecho que el punto de partida sean espacios ubicados fuera de Venezuela y que incluso un mismo proyecto se vea obligado a tener dos inicios.
Los músicos consultados para este trabajo no califican de «difícil» la tarea de proyectar su trabajo desde otras ciudades; las dificultades para ellos son las mismas en cualquier parte del mundo, aunque sí influyen otros factores. Uno de ellos es que cuando hay un mayor reconocimiento, el público no suele asociarlo con su país natal.
«Cuando emigras hay un proceso de adaptación a la cultura nueva. No sabes cómo relacionarte, no sabes qué queda bien, no sabes empatizar cuando te paras frente al público», dice Samuel Truzman desde Barcelona, España.
Truzman afirma haberse ido de Venezuela con un público muy reducido. Su viaje lo realizó en 2015 luego de haber publicado su primer disco, Fe, que llegó a manos del público asistente al toque realizado en Suka Bar. Hace meses el músico publicó desde España su segundo álbum titulado Hoy, aquí y ahora.
Muchos de estos artistas que aún buscan darse a conocer vivieron en su adolescencia el despegue de bandas como Viniloversus, La Vida Bohème, Los Mesoneros y Rawayana. Durante su estancia en el país, estas bandas pasearon por todos los estados, hasta llegar al punto de que la tanto esos proyectos reconocidos, como los que podrían convertirse en su relevo inmediato, migraron.
Otro ejemplo es Cecila Torres (Bestia) quien perteneció a la movida musical en 2007 y 2008, con sus proyectos Carne fresca, y Sexilia, asegurando que «esa generación me ubicaba perfecto».
Su viaje a México se dio luego de abrir el concierto de la mexicana Belanova en la Concha Acústica de Bello Monte. Actualmente Bestia es su seudónimo como proyecto en solitario, pero a su vez es la vocalista de dos bandas mexicanas Sussie4 (desde hace seis años) y Fanko (desde hace cuatro años).
«El manager de Belanova me trajo a México, no fue una migración forzada. En Venezuela yo tenía mucha inmadurez y era más chama, las cosas que iban cayendo tenían que ver también con mi trabajo como prensa en Urbe. En México lo que yo pude empezar a conseguir lo hice picando piedra, con la dedicación que tengo frente a las cosas que me propongo. En Venezuela las cosas fueron más rápidas y aquí me ha costado, pero he crecido mucho más que lo que crecí allá», cuenta Bestia.
La cantante comenta que los músicos en México están muy conscientes de dónde viene; aunque, al acercarse a los espectadores, sí suelen haber reacciones de sorpresa al enterarse de cuál es su país de origen.
Las bandas del interior del país suelen trabajar hasta llegar a presentaciones de Caracas. Ese era el objetivo principal de Los Nafta de Valencia, estado Carabobo; pero, a pesar de estar a un poco más de dos horas de la capital, no lograron presentarse nunca. De Valencia, entonces, partieron a diferentes ciudades del mundo, hasta coincidir en Madrid, España.
«Cuando inició este proyecto mi meta era llegar a Caracas, porque allá hay una cultura musical muy importante que lleva creándose desde hace muchos años, que hace que el movimiento se vea mucho mejor que en otras ciudades», explica Luis Manosalva, vocalista de Los Nafta.
Esta banda, próxima a sacar álbum, ha servido como telonera en Madrid a artistas como Simón Grossmann o Anakena, lo que les abre posibilidades con el público venezolano residenciado allá.
Un caso parecido es el de la banda La Majestuosa (Valencia) que aún espera poder reunirse completa en Madrid para reactivar su trabajo. A pesar de eso, su vocalista Maurizio Di Pietro ha generado una serie de contenido a través de las redes sociales y plataformas digitales.
México podría considerarse el país donde se encuentran las bandas más reconocidas por los venezolanos, pero España ––que siempre ha tenido gran interés por la música hecha acá–– es un nuevo foco de proyectos emergentes. Esto podría ser atribuido al trabajo reciente de Anakena, ejemplo de que es posible dar los primeros pasos en dos países distintos.
«Lo de Anakena a mí me inspiró mucho, ver como ellos estaban aportando a la cultura venezolana, que a pesar de que dos de ellos estaban viviendo en España, podían seguir entregando algo al país», expresa Truzman.
Estos nuevos proyectos que se encuentran en España han ido de la mano con la nueva generación de músicos en el país que están generando la nueva escena. En este confinamiento Truzman, Neblinae, La Majestuosa, Los Nafta, y otros, han sido parte de carteles de presentaciones online con Anakena, El Otro Polo, Liana Malva y Gran Radio Riviera.
«Me interesa llegarle al público en Venezuela, porque gran parte de mi concepto es conectar con las raíces, aunque también quiero llegar a tener un proyecto que escuche más gente, generar un contenido que valga para cualquier otro ser humano», afirma Thomas Porras (Neblinae).
No son solo España y México los países que albergan a estos músicos. En Nueva York, por ejemplo, se encuentra el pianista Gabriel Chakarji, además de La Pía Páez, Nella Rojas (ganadora del Latin Grammy), entre otros músicos de diversos géneros que hacen música en español en una ciudad que no habla ese idioma.
Tomando como referencia otros países donde la población venezolana es menos común, se encuentra Keny Gómez en Praga, República Checa, o el guitarrista Alejandro Lopes en China.
Siguiendo en Estados Unidos, se debe hablar de Simon Grossmann, solista que inició en Miami y que ha logrado que su música se escuche en gran parte de Latinoamérica, incluyendo Venezuela.
Grossmann emigró siendo un adolescente que tocó un par de veces en eventos escolares. El proyecto lo inició mientras estaba en la universidad, grabando canciones en su habitación, voz y guitarra, las cuales iba subiendo a SoundCloud.
«Me siento agradecido de haberlo hecho como lo hice, porque me encasilló en otro lado. Comencé fuera de Venezuela y he alcanzado un nivel de público amplio. Desde un inicio, mi búsqueda era la internacionalización. Muchas bandas se quedaban en Venezuela porque se le permitía girar y podían ser grandes en Venezuela; pasaron cinco años ahí, sin salir. Yo desde un principio, toqué fuera, fui creciendo de a poco en muchos lugares», comenta Grossmann.
El cantante afirma que llegó un momento en el que su público no lo asociaba con ninguna nacionalidad, aunque también asegura que siempre hablaba de Venezuela. En sus comienzos ––cuando las comunidades de venezolanos en el mundo no eran tan grandes–– su acercamiento más grande al público de su país fue como telonero de las presentaciones de Viniloversus, Rawayana y Los Mesoneros, en Miami.
«Empezar afuera es un poco más solitario porque no tienes una escena como tal, pero a la vez te da un valor, porque no estás bajo la sombra de nadie más», finaliza el músico.
Como los proyectos nombrados, aquí existen muchos otros, proyectos que se encuentran haciendo su recorrido inicial desde lo más pequeño, con el objetivo de lo más grande, ser conocidos dentro y fuera de su país.
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