El disco del pionero de la electrónica venezolana Miguel Ángel Noya junto a Robert Jürjendal.
Muy en sintonía con el aislamiento que la humanidad ha debido mantener ante la propagación del coronavirus, el guitarrista estonio Robert Jürjendal y el tecladista y compositor venezolano Miguel Noya, presentan un esfuerzo discográfico conjunto en el que evocan un viaje individual por paisajes sonoros imposibles, donde la sensación de lejanía abre camino a la fascinación por el universo que nos rodea y los misterios de la vida.
Alejarse puede salvar vidas, lo sabemos ahora perfectamente luego que la pandemia del nuevo coronavirus ha puesto en cuarentena a millones de personas en todo el mundo. Pero no solo la distancia física puede preservar nuestra existencia; sabemos muy bien que la separación en el tiempo es capaz de sanar heridas, incluso las emocionales, y que es la perspectiva en el espacio o en el tiempo lo que conlleva a un mayor entendimiento de las cosas y, por ende, un grado mayor de la conciencia.
Es esta idea la que queda plasmada de manera brillante en el primer trabajo discográfico en colaboración entre el guitarrista estonio Robert Jürjendal y el compositor y figura prominente de la música electrónica venezolana: Miguel Noya con The Power of Distance (El poder de la distancia), que abarca siete piezas evocadoras de paisajes imposibles donde la sensación de lejanía abre camino a la fascinación por el universo que nos rodea y los misterios de la vida.
El álbum fue grabado a distancia, con Jürjendal y Noya intercambiando archivos de sonido a través de la internet tejiendo entramados musicales en el que se amalgaman flautas indígenas con fondos de sintetizador, guitarras procesadas, cantos bizantinos, sonidos de agua y de aves, y vertiginosas secuencias creadas por ordenador, una conjunción de dos culturas disímiles pero a la vez parecidas, la estonia y la venezolana, que conducen al oyente en un hipnótico viaje a veces onírico, en ocasiones surreal, que trata incluso de develar los misterios de la transmigración de las almas y el regreso a la vida en un ciclo inagotable de vivencias, descubrimientos y transformaciones.
“Después de enviarnos algunas pistas con ideas de piezas en gestación, contamos orgánicamente con la libertad para componer y tocar en este proyecto tan mágico. Encontramos un nombre natural para él: The Power of Distance, en el que se puede encontrar la inocencia de la música pura que combina las energías de Estonia y Venezuela, fusionadas en un resultado artístico muy singular”, cuentan Jürjendal y Noya sobre este trabajo, editado por NEWdOG Records.
La colaboración viene a cristalizar una serie de acercamientos que ambos músicos habían tenido en los últimos años. Robert, ganador del premio Músico del Año otorgado por el Estonian Public Broadcasting, es uno de los guitarristas más respetados de Europa. Ha colaborado en 50 discos y participó en los cursos de Guitar Craft del guitarrista y líder de King Crimson, Robert Fripp; es profesor de clases de conjunto e improvisación en la Academia Cultural Vilijandi de la Universidad de Tartu y ha grabado con artistas como Toyah Wilcox, David Rothenberg, Tim Bowness, el Coro Filarmónico de Estonia y el Elljerjein Girls Choir, entre muchos otros.
Noya es uno de los pioneros de la música electrónica en Venezuela. Estudió en el Berklee College of Music, de Boston, EEUU, y en el programa Computer Sound Synthesis del Massachusetts Institute of Technology. Su primer disco se tituló Gran Sabana y se editó en 1984; hizo la música para los documentales de la serie Expedición y para ambientar obras de artistas plásticos. También formó la agrupación Dogon, con el vocalista y compositor Paul Godwin y con la que ha hecho numerosas presentaciones en Europa y EEUU.
Ambos se conocieron en Tallin, Estonia en 2016, cuando Dogon invitó a Jürjendal a participar como guitarrista en el Festival de Música Ambiental de ese año. La predilección por el guitarrista Robert Fripp, por parte de Robert y por el padre de la música Ambient, Brian Eno, en el caso de Miguel, (músicos que se combinaron en la experiencia Fripp & Eno) motivó a estos dos músicos a intentar un intercambio de ideas musicales desde sus propios entornos, influencias y estilos.
En Curiara por Europa
The Power of Distance abre con Kirdetuuled (Vientos del Noroeste, en estonio) que comienza con unas atmósferas sonoras áridas, como de paisaje desolado sobre el que van surgiendo sonidos percusivos que se van haciendo cada vez más intensos. La guitarra sintetizada de Jürjendal recuerda los soundscapes que elabora Robert Fripp y la pierza desemboca en un festín percusivo polirrítmico que parece celebrar la vida y el viaje.
Continúa la evocadora Curiara (A View Above the Water), en el que unas trompas nos conducen a unos sonidos de agua corriente, como si viajáramos a bordo de la pequeña canoa de manufactura indígena aludida en el título. Surgen sinuosas bases de percusión y cristalinas frases arpegiadas de guitarra eléctrica que son sucedidas por unos ritmos selváticos que sirven de base a una guitarra sintetizada cuyas aventuradas líneas son acentuadas por la percusión, asemejando los cursos de la corriente de agua por la que se transita.
En Kalev & Linda escuchamos unas secuencias sonoras reminiscentes del Cyber Punk y dan un tono más oscuro a la grabación. Hay una superposición de cantos de estilo bizantino, vocalizados por la cantante venezolana Janis Denis y editadas y organizadas por Noya, así como unas pinceladas delicadas de piano que consiguen una curiosa simbiosis de culturas del pasado y del presente.
El viaje continúa con From Time to Time, en la que sonidos tintineantes de piano y guitarra a manera de gotas que van cayendo a lo largo y ancho del paisaje sonoro son sucedidas por frases de guitarra muy frippianas primero, luego soberbiamente distorsionadas, como la versión más rockera de David Gilmour (Pink Floyd), y finalmente trabajadas con efecto para asemejar unas gaviotas que generan un ambiente nostálgico pero con carácter majestuoso, al que sucede un solo de guitarra muy florido y con aires de blues por parte de Jürjendal. Es uno de los mejores momentos de este trabajo y el que perfectamente traduce en música esa sensación de lejanía que aborda la obra.
Saarepiga (Leche de la Isla), es el momento de lucimiento de Miguel Noya. Vertiginosas ráfagas de secuenciador se contraponen a una delicada melodía de piano que se va imponiendo sobre el fondo sonoro hasta desarrollarse en una sublime sucesión de notas y acordes muy introspectiva y que obsequian uno de los momentos más cálidos del álbum.
Trascendencia
Sin embargo, es la colosal Transmigración, la que otorga un carácter monumental a esta colaboración entre Robert Jüjendal y Miguel Noya. Se escuchan gotas que caen entre notas silbantes y sonidos de aves que revolotean. El eco da una sensación de profundidad, de estar en una especie de cueva; el lejano tañir de una campana sugiere que ha llegado “el momento” y unos cantos étnicos, vocalizados por la cantante argentina Laura Brave, utilizando como referencia unos cantos indígenas, confirman que todo en la vida tiene su final, pero que como esa agua que corre, sigue fluyendo y transformándose.
Unos instantes con unas delicadas notas de piano van señalando un trance, acentuado por unas flautas de bambú y el revoloteo de unas aves; siguen los cantos indígenas que parecen favorecer el vuelo y a la vez son como un llamado a la vida, y va desarrollándose lentamente una melodía a la guitarra que parece luchar por organizarse y lograr un sentido; los teclados se tornan majestuosos, recordando excelentes momentos de ese gigante de la música electrónica que es el griego Vangelis y asistimos a unos hermosos momentos de música planeadora que dan la imagen de un nuevo amanecer. El regreso de las percusiones confirma el regreso de la vida por la vitalidad que transmiten, y unos coros imponen unos ritmos triunfales. La muerte no ha vencido, pues el paso hacia una nueva vida, llena de esplendor, es señalada por los cantos, las percusiones, y los colchones sonoros del teclado.
El disco no podía cerrar en un éxtasis de este tipo y Epilogue (Epílogo) nos devuelve a la calma, reconciliándonos con nuestra cotidianidad. Unos zumbidos aparentemente de insectos, así como de aves son interrumpidos por una serie de acordes de teclados que dan la sensación de avanzar en espiral y a la que se incorpora la guitarra sintetizada de Jürjendal con unas emotivas y poderosas líneas iridiscentes, que nos otorgan una nueva perspectiva, una visión “desde arriba” sobre el acontecer y que concluye con unos golpes metálicos. Un remanso de paz que cierra de manera creativa este trabajo, que no se cierra sin antes retomar algunos pasajes de Kalev & Kalinda (reprise).
Aislamiento
Robert Jürjendal y Miguel Noya tenían previsto presentar en vivo en Estonia este nuevo trabajo el pasado 20 de marzo. Sin embargo, la propagación del coronavirus llevó a la suspensión de las presentaciones planificadas que arrancarían al término de la gira por Inglaterra que estaba llevando a cabo el venezolano.
La cuarentena ineludible para evitar la propagación de la COVID-19 ha impedido que los músicos defiendan y enriquezcan su propuesta en los escenarios. Pero la pandemia nos da tiempo también para apreciar esta obra, asistir a esa unión de opuestos (lejos, cerca, arriba, abajo, pasado y futuro) que aborda, y reflexiona sobre el poder que las distancias en el tiempo y en el espacio tienen sobre la especie humana y nuestra realidad.
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