En un momento en que la frase “el rock está muerto” se ha vuelto todo un cliché, revisar el pasado reciente del género puede darnos una buena dirección, y no es una mala idea pasearse por Francia para escuchar el disco que sirvió para que américa importara su indie: Wolfgang Amadeus Phoenix.

Formada por el vocalista Thomas Mars, los guitarristas Christian Mazzalai y Laurent Brancowitz (quien mencionamos hace poco por su trabajo con los miembros de Daft Punk), y Deck d’Arcy en el bajo y los teclados, desde un principio el grupo tomó como base el movimiento New Wave para su propia versión del pop y el rock, dejando de lado usualmente los solos de guitarra y heredando el amor del género por los sintetizadores y el gusto por la melancolía y los ritmos bailables.

El cuarto disco del grupo francés es una revelación. No es que la banda no tuviese éxito o no haya tenido resultados interesantes para sus primeros discos; los tres lanzamientos anteriores tenían un aire bailable que bebía con comodidad del europop y el indie con bastante confianza, pero en este disco se reunieron con el productor Philippe Zda quien produjo su primer disco, el infravalorado United, que le permitió a la banda reenergizarse con un disco que es casi un reboot de todo el proyecto.

10 años después, la colección suena casi como encontrarse con la colección de grandes éxitos de una banda que no conocías, y así suena desde el inicio. Desde el primer tema, en la alocada Lisztomania, el grupo camina entre los riff pegadizos y bailables y la letra criticando al compositor alemán Franz Liszt para hablar del primer amor. Desde el momento uno el grupo se pinta como heredero de The Smiths y toda la tradición New Wave. 

De allí en adelante, la banda mezcla sin demasiada dificultad el pop y la melancolía. Música disco, rock de garaje y europop conviven sin dificultad. Los hits Lasso y 1901, son las canciones más recordadas, pero aquí hay muchas cosas que vale la pena volver a escuchar. Las dos piezas ambientales Love Like A Sunset son una pausa perfecta, que además muestra a la banda en una luz diferente: Rome es una carta de amor a la ciudad de su título o al menos a la idea de la misma, y Armistice, que analiza la vida carnal de una pareja al final de su relación. 

El disco es un interesante trabajo que sirve como punto de encuentro entre el movimiento new wave y el indie. Este disco sigue la pista de trabajos como el debut de Franz Ferdinand, pero también tiene deudas con The Smiths y el sonido bailable francés; no es casual que la banda tenga una relación tan cercana con Daft Punk.

En perspectiva es uno de esos discos que podrían servirle de lección al rock moderno. El grupo dio un paso al frente en el sonido del género al mismo tiempo que rendía tributo a su pasado. Después de esto, Phoenix ha dejado otros dos discos que tienen sus propias virtudes, pero ni ellos ni nadie ha vuelto a captar lo que buscaron en este sonido.