En los múltiples perfiles que aparecen sobre él en distintos portales web dicen que es periodista, crítico de rock, especialista en música popular contemporánea latinoamericana, cazador de nuevas tendencias sonoras y gestor cultural. Más allá de los formalismos y las etiquetas, el venezolano – establecido en Argentina desde hace algunos años- Yumber Vera Rojas es un apasionado de la música cuya vida ha sido pensada por y para la cultura.
En la casa del crew de Niceto Club – entre las calles Arevalo y Gorriti del barrio de Palermo – hacen un Facebook Live a una banda que próximamente se presentará en una de las tarimas más relevantes de la movida alternativa porteña, en el marco del ciclo de concierto IndieFuertes del cual Yumber Vera Rojas es el responsable. Apenas se asoma a la puerta coloca su dedo índice sobre la boca, indicándome que debo hacer silencio para no interrumpir la entrevista que transcurre en el living de la casa. Lo sigo por el pasillo hasta la cocina, una vez ahí, recupera su voz: “¿Qué quieres de tomar?” Abre la nevera y se percata que no hay muchas opciones y antes de que pueda responder agrega: “solo hay refresco y vino.”
“Tengo una licenciatura en Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela – comienza a contar Yumber como si hablara para sí mismo pero en voz alta – En realidad vine – dice refiriéndose a Buenos Aires – a entender un poco como era la dinámica aquí a partir de un postgrado que me había planteado hacer y ver las herramientas que podía tener pero nada de eso me lo enseñó. El postgrado lo que me dio fue contexto pero no me dio herramientas.” Su voz se pierde un poco por el eco de la cocina. Toma un par de copas improvisadas con las manos y regresa a la mesa junto con una botella de vino tinto. En alguna entrevista llegó a decir que define su trabajo como el de un curador. “Es un proceso más bien de selección, de contextualización, y en mi caso, obviamente como todo curador, es muy particular. Es curioso a veces usar el concepto de curaduría porque siempre estuvo aplicado a otro tipo de expresiones artísticas, a un arte más sofisticado para muchos y está bien porque yo no tengo ningún tipo de formación artística. Apelo por mi sentido común, que es un resumen de mi background”.
De ese background se asoma el gusto que tiene por las palabras, por intelectualizar procesos y ponerles nombre. Una legitimación que le da el periodismo y que él ha ido afinando con la experiencia. Ahora, en este contexto que es Buenos Aires, se ha dedicado a detectar los epicentros musicales y, a partir de allí, generar un diálogo entre la música popular contemporánea local y la vanguardia. Se trata de agudizar los sentidos para apuntar hacia propuestas que definan “lo que es la contemporaneidad hoy por hoy de la música en la Argentina”. Poco a poco fue replicando esa fórmula hacia algo un poco más tangible, más terrenal y es cuando surge la idea de hacer un ciclo de conciertos que muestre lo que ya el periodismo había descubierto. Pero la fórmula no es nueva: “Todo esto es como un dejavú pero bonito. Lo que hago lo aprendí en Venezuela con la Fundación Nuevas Bandas, con Félix Allueva, con mis trabajos en El Nacional, en Urbe, en Letras.”
La mirada extranjera no solo le ha permitido detectar los vacíos dentro de una escena musical foránea, sino que además le ha dado identidad al escribir y poco a poco ha trasladado esa voz hacia otros planos como la selección musical y la consolidación de escenas o vitrinas musicales en Argentina. Desde allí ha planteado un diálogo interdisciplinario que define su trabajo y, un poco, su manera de entender el mundo y vincularse con la cultura. “Cuando yo llegué, o cuando vi que me iba a quedar acá un rato, me di cuenta de que, si bien tenía algunas curiosidades, acá todo el mundo escribía sobre rock argentino pero los focos, los nichos – que fueron formativos en mí en Venezuela como el postpunk, el hiphop, la electrónica – no estaban abarcados a nivel periodístico, entonces vi esos huecos y dije yo quiero ser parte de esto pero ¿desde dónde me meto? Y me metí por ahí.”
Pero no era tan sencillo. Aunque el camino trazado era claro, descubrió que las condiciones eran distintas y que eso también implicaba un proceso de investigación, adaptación y reinvención. Empezó a entenderse en una escala un poco más grande. “En ese sentido Venezuela, a nivel latinoamericano, miraba mucho a Argentina, entonces qué tal si yo me paraba en Argentina a ver cómo me miraban a mí; y cómo nos miraban porque, de alguna manera, arrastraba o sintetizaba lo que estaba pasando en Venezuela.” La mirada del periodista se agudizó y empezó a detectar las diferencias y los vacíos del entorno en el que quería meterse. “El primer trancazo que me llevé fue la falta de curiosidad en todo sentido – que sí la había en Venezuela – dentro de la música: como público, como periodista. Entonces pensé que acá era todo muy efervescente, exitista y no era tan así. Así que me tuve que rediseñar, imagínate que a mí en Venezuela todavía me llaman Yumber Vera. Acá yo soy Yumber Vera Rojas. Fue como una refundación.”
De esa mirada foránea y de ese camino que has venido trazando que comenzó en Venezuela, a partir de la curiosidad, del background que tienes y de agudizar los sentidos ¿Cuáles son los elementos que consideras tienen en común las bandas que están por explotar?
Y: Un periodista amigo argentino (Gabriel Plaza) me dijo una vez: “con cinco bandas se arma una escena.” Y yo coincido con esa apreciación. Pasan dos cosas: la primera es la traducción de las tendencias foráneas a un discurso local, ver qué bandas estaban allí y, la segunda es ver si con un conjunto de bandas – con un discurso similar- se puede armar una escena y presentarla. Me pasó a nivel de tendencias musicales pero realmente creo que la llegué a acertar bastante bien cuando empecé a ser mucho más abarcativo y a trabajar escenas federales. Ya yo venía, por ejemplo, trabajando la escena mendocina porque me parece que tiene una particularidad en cuanto al sonido: son artistas indies. Una generación que está conectada a un discurso global pero que también son idiosincráticos. No sonaban a banda estadounidense, ni siquiera a una banda de Buenos Aires. A partir de ahí entendí por qué no solo trabajo sobre cultura rock, sino que también trabajo música popular. No perdí la raigambre latinoamericana por más que me interesen otras cosas. Lo que me interesa es ese diálogo entre la música popular y las vanguardias musicales. Eso también lo llevé al plano del rock.”
El primer hallazgo ocurrió en Mendoza -provincia de Argentina – donde ya Yumber había puesto la mirada desde hacía unos tres o cuatro años. Finalmente se decidió y tomó cinco bandas y con ellas construyó una escena. El siguiente paso – siguiendo su instinto de periodista – era ponerle nombre: “Allá algo así como de pinga es manso, entonces a los chicos de Mi Amigo Invencible, Mariana Paraway (y otros) les dije: vamos a ponerle nombre a esta escena – que era muy nuevita, la agarré explotando – entonces me dijeron: manso. Dale, dije yo, Mansoindie”.
Desde entonces se han ido formando y uniendo otras generaciones del Mansoindie como Usted Señálemelo, Las Cosas que Pasan y Perras On The Beach. Con esta última banda en particular, Yumber descubrió que más allá de la escena se encontraba frente a unos artistas que manejaban un discurso distinto – que no había visto antes – y que tenían un elemento único y poderoso: “Le hablaban a su generación y eso yo no lo había visto acá. Lo que había visto era rockeros de 40 años cantándole a carajitos de 20 años, entonces cuando yo vi que el público y las bandas eran lo mismo dije: esto es una escena y muy potente porque hablan desde un lugar donde no les importa absolutamente nada, no tienen ningún tipo de prejuicio para decir y hacer lo que quieran. Pero no solamente eso, lo brillante era que están asociados a un contexto musical global y al mismo tiempo, al decir las cosas, las dicen como solo ellos saben decirlo. No le impostan nada. Esto que se viene es muy potente y la historia me dio la razón porque hoy por hoy Mendoza es la alternativa de la música popular contemporánea argentina.”
Buenos Aires es su escena ahora, con el tiempo ha aprendido a manejarla, a llevarla y dejarse llevar por ella. “Es una ciudad que te da libertad. Te tironea pero tienes todo para que puedas ser libre. Lo que pasa es que hay una tergiversación en el concepto de libertad y libertinaje.” En esa línea delgada es donde Yumber reconoce haber encontrado la posibilidad de experimentar y ponerse a prueba constantemente. “Es un ciudad muy hermética y muy difícil porque es una sociedad muy individualista pero cuando la enganchas y le consigues el tumbao ¡whao! A ver si te agarra, no te va a agarrar nadie.” A esta distancia, el inevitable paralelismo entre Buenos Aires y Caracas lo ha ayudado a definirse, a tomar posturas y a reafirmar otras tantas. “Yo tenía que definirme: salsa o tango. Acá fue cuando definitivamente entendí que soy salsero, por eso no me gusta el tango pero la conexión es la misma. Escuchar tango es lo mismo que escuchar un bolero o escuchar Emborráchame de amor de Héctor Lavoe. Es un bolero soul y eso me gusta también.”
Su acento se mantiene, Yumber es caraqueño aunque ya haya adoptado varios modismos y expresiones – más que argentinas – porteñas. Hay algo en su acento que coquetea con los códigos de las dos ciudades, con sus expresiones – y a ratos – con su carácter y esencia. “A veces cuando hablo me reconozco que no soy de acá pero soy, como dicen, porteño de ley; entiendo muchas cosas, de hecho, escribo como argentino pero tengo lo mejor de los dos mundos. Por más que me mude a otro lugar siempre me voy a considerar un porteño. Caraqueño y porteño. Aunque me vaya no voy a perder eso. Soy hijo putativo de esta ciudad.”
El paralelismo – o los puntos de conexión entre ambas ciudades- no se detiene ahí. Por una suma de causalidades, Yumber comenzó a trabajar en un libro sobre la emblemática banda venezolana Dermis Tatú a partir de una serie de coincidencias, elementos y personas en común que tiene con ellos.
Me dijo Félix Allueva que estás trabajando en un libro sobre Dermis Tatú…
Y: (se ríe) Es un karma porque es una buena muestra de que no hay que contar los proyectos porque se te empavan. Trabajar ese libro fue accidental precisamente por cómo se dieron las cosas. Siempre quise tener un libro, dicen que en esta vida hay que sembrar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. Lo del hijo no está en mis planes pero lo de sembrar el árbol sí. Una planta de marihuana. Me hice recanábico acá.
De pronto comienza a viajar en el tiempo, rememora, va hilando historias que ocurrieron en otra época, cuyos protagonistas – en un giro inesperado – se fueron acercando a su vida, a sus códigos y elementos. Una constelación de hechos que, sin duda, lo convencieron del vínculo innegable entre él, Buenos Aires y Cayayo y luego Dermis Tatú.
Y: “A Fernando Samalea, que fue baterista de Charly García, lo conocí cuando llegué a Buenos Aires y lo primero que me pregunta es por Cayayo. Empezamos a hablar y me contó un montón de historias que no sabía de Dermis Tatú acá. Un día le dije que lo tenía que grabar y así fue. Poco a poco empecé a dar con todos los músicos que grabaron en ese disco de Dermis – ‘La violó, La Mató, La Picó’ – y los entrevisté a todos. Estuve de paso por Colombia – ya yo vivía en Buenos Aires – y aproveché y me reencontré con Héctor Buitrago de Aterciopelados y con Andrea (Echeverri). Los entrevisté y empezamos a hablar de Dermis. También estuve en la casa de la mamá de Héctor o de Andrea – duda – donde ellos se quedaron. Estuve en el barrio y dije: esto es un libro. Pero luego, ante la ausencia de Cayayo, no sabía qué voz darle. Incluso hice un taller con Juan Forn – que es un periodista reconocido, editor de libros, importante acá – hice ese taller con él porque no sabía cómo ubicarlo y la verdad, durante años, me estuve ahogando en un vaso de agua. Y ya encontré la manera de hacer el libro. El tema es que me tengo que sentar a desgrabarlo, lo tengo todo en cassettes. Cada viaje que hacía a Venezuela lo aprovechaba para hacer entrevistas y en ese proceso, descubrí cosas que no sabía nadie. Por ejemplo – como adelanto -el productor inicial del disco iba a ser Miguel Ángel Noya. Me faltaron entrevistados como Alí Venturini – que fue parte de la primera formación de Dermis – de hecho Cayayo tocaba la guitarra y Alí cantaba. Alí terminó teniendo un grupo llamado Urbeman. Nunca lo pude encontrar porque se había ido, no sé, a encontrarse a sí mismo en el campo en una hacienda que tenía su papá, su familia.
Pero también hay otra cosa que es ¿para qué mierda hago ese libro? Es decir, si solamente lo van a consumir en Venezuela, entonces también tiene que ser algo mucho más latinoamericanista ¿no? Ver cómo vender una banda como esa en este sentido. Pero bueno, las cosas van tomando su forma. Al punto de que Héctor, hoy por hoy, es uno de los productores más reconocidos que tiene América Latina, especialmente Argentina. Quizás eso me ayude a darle otro enfoque y también ver la posibilidad de editarlo en Latinoamérica. Recuerdo que Adrián Dárgelos de Babasónicos, la primera vez que yo vine a Buenos Aires en el 98, lo primero que me dijo al escuchar mi acento fue: ¿de dónde sos? Y yo le digo: venezolano. “¿Cómo está Cayayo? ¿Lo conoces? Le digo: si, lo conozco. Está muy bien. Estaba vivo en ese momento. “Bueno, salúdamelo si lo ves”. Ahí fue cuando me empezaron a caer esas luces. También mi vínculo con Dermis ha sido muy bonito porque yo los conozco desde hace tiempo y justo la cagada de todo esto es que la última entrevista a Cayayo se la hice yo. Siempre me va a quedar eso a mi. Era para mi tesis de grado en la Central. No tenía otra intención porque yo estaba trabajando con él en los Miércoles Insólitos. Estaba haciendo la prensa. ¿Viste? Miércoles insólitos y yo tuve Martes Indiegentes.”
Desde hace tres años muestra, promueve y construye la escena indie latinoamericana en el ciclo IndieFuertes que se presenta cada semana en Niceto Club, uno de los locales más emblemáticos de la música alternativa en Buenos Aires. Escribe -aunque no se considera escritor- para Página 12 guiado por el impulso y el gusto de descubrir y mostrar nuevos artistas. Yumber es vanguardista y profundamente pragmático. No pierde el tiempo en ensoñaciones sobre cosas que podría hacer, él las hace. Le interesa mirar lo macro, estudiar y hacer visible lo que genera una canción, una banda, un artista en un determinado momento. Mostrar la novedad antes que lo consagrado. Vive una vida que pareciera haber sido pensada y planificada para hacer lo que hace. “Un amigo me dijo una vez: ‘¿Tú quieres escribir el rock? Vívelo’ Si yo estoy viviendo el rock ¿para qué mierda voy a fantasear con la vida de otro si yo tengo mi propio rock? Yo la rockeo.”
¿A qué suena Buenos Aires?
Y: A cumbia. Si, es muy cumbiera.
¿A qué te suena Caracas?
Y: A salsa, muy salsera.
Si pudieras personificar ambas ciudades, darles el nombre de algún rockstar ¿quién sería Buenos Aires y quién sería Caracas?
Y: (suspiro) Lo que pasa es que Caracas es una ciudad rara, hay muchos contrastes. Esta ciudad – Buenos Aires – no es tan contrastante. ¿Rockstar? Maradona es un rockstar. Buenos Aires se parece a Maradona y a otros más, a Charly García, por ejemplo. Cuando lo escucho, a veces que me pega la nostalgia, me suena recontra a Buenos Aires. Spinetta también pero para mi Buenos Aires es muy rupturista, muy intensa y Spinetta no era intenso, era muy poético. Hay otras cosas, pero como no consumo tango, no te voy a decir que me suena tanguero, es sobre la base de mi background. ¿Y Caracas? Está esta canción de La Dimensión Latina: “De los negros de Caracas yo soy el negro más guapetón” si, eso me suena a Caracas: Oscar D´León.
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