2017 ha sido un año complicado en el país, pero si algo se ha escuchado constantemente en estos días es la importancia de “los espacios”. Sea las protestas en la calle o las gobernaciones en las próximas elecciones, pero esos no son los únicos espacios de peso en el país.
Entre los espacios que hay que recuperar en el país están los espacios culturales. Hasta no hace mucho las calles y las plazas de la ciudad podían llenarse de conciertos los fines de semana con eventos como “Por el medio de la calle”, los cada vez menos frecuentes “Union Rock Shows” o incluso conciertos como “Tu voz es tu poder”, pero la situación país ha hecho que sean cada vez más difíciles, aunque no menos necesarios.
Bajo esta iniciativa se llevó a cabo el concierto “Basta de Balas” en la plaza Altamira Sur, el cual sirvió para ocupar la plaza por un día con música y talento local. Bajo el lema “Las balas no se comen”, Amnistía creó un espacio seguro por una tarde dentro de una de las ciudades más peligrosas del planeta.
Esta idea de ocupar espacios, y más un espacio tan icónico dentro de los movimientos de protestas en el país como lo es Altamira, fue expresada una y otra vez por los presentadores Lorenzo Martinez, Jairam Navas y Rocco Pirillo quienes, cada uno a su manera alentaron al público y lo hicieron reír y emocionarse, así como por los artistas que tomaron el anfiteatro.
El encargado de abrir el concierto fue Emir Bartolozzi, quien presentó un sonido a medio camino entre el pop de autor y el folk nacional. Bartolozzi pareció ir tomando confianza a medida que avanzó su presentación culminando en una genial interpretación de su tema “Bailar”. El set de Bartolozzi fue también la presentación del MVP de la tarde, Armando Lovera, quien tocó la batería para cuatro artistas diferentes: Emir Bartolozzi, Pakalolo, Los Hermanos Naturales y La Pagana Trinidad.
G4RCI4 fue el segundo artista en tomar el anfiteatro, con una música de autor potenciada por su voz y su piano. Para aquellos que conocen solo la faceta de Kreils este encuentro con su canción de autor puede sorprender, su voz es bastante potente y, aunque no era el más conocido por muchos de los asistentes, supo ganarse al público.
Marcelo Toutin fue el siguiente en tomar la tarima con un sonido rock más tradicional, las potentes guitarras y la voz de Toutin marcaron un cambio en el ambiente al pasar de la canción de autor al ruido de las guitarras y la batería. Según sus redes el rockero nacido en Chile está por hacer más anuncios, así que no hay que perderlo de vista.
Pakalolo por su parte convirtió la plaza Altamira en una playa soleada llena de palmeras, piñas y buena música. Rafael y Jose Gabriel se rodearon con músicos de primera para darle una nueva vida a la música del grupo. La mezcla de géneros de la banda entre reggae, pop, y rock comparte ADN con otros grupos venezolanos como Rawayana y Wahala pero aderezada con la particular personalidad de Rafael en tarima. Fue la segunda aparición de Armando en la tarde, en un estilo completamente diferente.
Los Hermanos Naturales volvieron a cambiar motores mezclando los sonidos venezolanos con un sentido del humor inconfundible. El grupo tocó un impecable set que terminó llevándonos a “Machurucuto”. entre risas y sonidos de clarinete, además de hacer que Armando tuviera que cambiarse de ropa y adaptara la bateria por tercera vez.
El ex Paranoia Luis Irán sigue mostrando que su faceta solista es tan sólida como su trabajo con la banda. Temas como “Clavos”, “La metamorfosis” y la tristemente pertinente “Maiquetía” hicieron retumbar la plaza al ser coreados por los asistentes. Su banda se mantiene tan poderosa como siempre y verlos crecer es un placer, tocará verlos en su proyecto tributo a The Beatles: Henry The Horse, que se presentará en el Nuevas Bandas como invitado.
El cuatrista Miguel Siso llamó la atención con una propuesta muy diferente al resto de los artistas. Con un sonido que le debe tanto al folklore nacional como al jazz, Siso dejó boquiabiertos a todos aquellos que no habíamos tenido oportunidad de escuchar su música. Su habilidad en el cuatro es una prueba de porqué ha cubierto varias veces el espacio de Jorge Glem en C4 Trio.
La pachanga llego a la plaza con La Pagana Trinidad, consiguiendo poner a bailar hasta a los más metaleros. Temas como “Aguacero” o “Cosas cursis” delataron a las parejas que no pudieron evitar las ganas de bailar y “De donde vengo” sirvió como protesta recordándonos que aún que ese día podiamos desconectarnos aún queda mucho que resolver.
El beatbox tomó la plaza gracias al increíble Jhoabeat, quien hizo solo con su voz todo el trabajo de un Dj, lo más sorprendente fue verlo mantener el ritmo con la boca mientras tocaba guitarra. “No se preocupen por mi, estoy respirando”, aclaró el músico ante las risas sorprendidas de los presentes.
Quizás el momento más esperado llegó con Gaëlica, que convirtió la plaza en una ceremonia celta. El grupo se enfocó en canciones de su reciente disco ‘El día que todo cambió’ como “Buen día” y la conocida “Brújula”, aunque también rescataron el tema instrumental “The Glass Of Beer” del disco ‘I/O’ (2007). Hay un sentimiento de unidad en la música de Gaëlica, lo que han demostrado una y otra vez. Cada uno de los presentes realizó su propia danza celta improvisada durante el set bailando con amigos e incluso con desconocidos.
El concierto cerró con el regreso de Los Pixel, quienes siguen demostrando ser una genial banda en vivo. Temas como “La vida es un tren” o los estrenos como “Sin miedo” (cuyo poderoso video estrenaron antes de tocar) reventaron los speakers de la plaza. “Somos una banda disfuncional que funciona” expresó Pablo Dagnino durante el concierto para explicar la larga pausa de la banda, tanto él como Tito Fierro tuvieron uno de sus mejores días, lamentablemente la alcaldía tomó la decisión de interrumpir el set cortando el sonido durante “Horas Muertas” lo que generó incomodidad en la banda y molestia en los asistentes.
Luego del concierto salimos a la ciudad, de noche, lo que en Caracas es siempre una ruleta rusa. Después de un día exigiendo paz, el abandonar el concierto, y más de un modo tan abrupto, nos recordó los motivos para exigir una disminución en la violencia. Tomar la plaza por un día y convertirla en un sitio para la cultura es una manera de hacerlo, ojalá eventos como este puedan volver al día a día de nuestra ciudad.
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