Para bien o para mal, muchos son los pueblos del mundo que aman entregarle su destino a un solo hombre. La figura de un ser humano que mágicamente salvará a todos y que solucionará todos los problemas es una utopía que muchas sociedades abrazan fuertemente.

El gran Arturo Uslar Pietri los llamaba pueblos mesiánicos, refiriéndose a aquellos países y comunidades que no toman el destino con sus propias manos, sino que esperan a que llegue un mesías que traerá consigo la felicidad y la estabilidad suprema.

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¿Por qué existirán pueblos así? Es una pregunta compleja y difícil de abarcar ya que deben existir miles de razones y puntos de vistas. Sin embargo, basta con saber que desde los albores de la humanidad ciertas personalidades han decidido y han dirigido la vida de miles e incluso de millones.

Los líderes religiosos, los reyes, los caciques, los libertadores y muchas figuras más han estado presentes en el imaginario colectivo desde el inicio de la humanidad, por eso es entendible que incluso hoy, a pesar de la supuesta evolución de la humanidad, todavía existan pueblos tan ingenuos como para entregarle su vida, su desarrollo y su futuro a un solo hombre.

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En el país africano de Etiopía nació en el año 1892 un hombre que cambiaría la historia de toda una nación e incluso de todo el mundo. Se trata de Tafari Makonnen, mejor conocido como Haile Selassie, el último emperador del imperio etíope y el heredero directo, según la leyenda, del rey Salomón quien era hijo del rey David.

Selassie fue un hombre que se crio en una familia acomodada gracias a la que tuvo una educación muy rica y una formación militar y política muy completa. Desde temprana edad, Salassie mostró sus dotes como líder y rápidamente fue ascendiendo y creándose un nombre dentro de las esferas que gobernaban Etiopía. A la par de sus capacidades políticas, a Haile se le atribuía un aura divina y celestial que hizo que su fama se regara por el mundo.

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En 1930, Selassie, también conocido como el Ras Tafari (Jefe Creador), se alzó con la corona del imperio etíope y su coronación llegó a los oídos de un predicador jamaiquino quien le había dedicado su vida a luchar por los derechos y por la unión de los negros de Jamaica y del mundo.

Su nombre era Marcus Garvey y fue el encargado de convertir a Haile Selassie en el líder espiritual y material de un movimiento religioso que se dedicaría a unir y a »salvar» a los negros de todo el planeta. Esta religión se conocería con el tiempo como la religión Rastafari. Con la coronación de Selassie, muchas predicciones bíblicas de Garvey se cumplieron y el Ras Tafari o Rey de Reyes empieza a ser adorado por miles de personas negras quienes lo veían como el heredero de Jah (Jehová) y como el salvador de toda la raza negra.

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Algo curioso es que al parecer Haile Selassie nunca asumió su cargo de Dios ni de líder de la religión Rastafari. Sin duda alguna fue un hombre muy consciente de su poder, muy presumido y muy ególatra que encadenó a Etiopía a una fuerte y larga dictadura, sin embargo, Selassie nunca tomó el rol de líder del rastafarismo. En una ocasión fue a Jamaica y se reunión con diversas personalidades del pensamiento rastafari, pero hasta ahí llegó su aproximación a ese culto en torno a su persona.

El León Conquistador de la Tribu de Judá o Señor de Señores fue un hombre con un gran carisma, con un gran entendimiento de lo que significa el poder y fue un hombre con grandes ideas para su pueblo y para el mundo, no obstante, como les suele suceder a esas grandes personalidades, el tiempo fue deteriorando su esencia y sus objetivos y de esa manera Selassie sumergió a su pueblo en un férrea dictadura en la que miles murieron de hambre y otros miles murieron reprimidos por las fuerzas del estado.

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Al final, cuando el cuerpo ni la mente de Selassie pudieron resistir más, el imperio etíope del Ras Tafari cayó y murió el 27 de agosto de 1975. Aún se desconocen las causas exactas de su muerte, pero lo que sí se sabe es que falleció bajo el odio de millones de personas quienes lo acusaban de haber hundido a Etiopía en una gran crisis económica y social.

Incluso hoy, luego de su polémica y mística existencia, Haile Selassie sigue siendo adorado por millones, pero también odiado por millones. El emperador etíope fue uno más en esa larga lista de hombres a los que los pueblos eligen para entregar todos sus sueños y todas sus decisiones.