La historia del himno nacional de Francia, «La Marsellesa», es una historia de altibajos, de amores y de odios, de sentimientos encontrados, de antagonismos milenarios. La propia canción parece estar consciente de su grandeza y tal como una diva, ha vivido su historia entre la polémica y la discusión.
Este año, el himno creado por Rouget de Lisle, cumple 225 años. Hoy, el himno de la libertad, comienza otro difícil episodio de su historia ya que el presidente francés recientemente electo, Emmanuel Macron, parece respetarla mas no adorarla, como lo han hecho muchos durante épocas enteras.
La Marsellesa, como se ha mencionado y como explica muy bien Stefan Zweig en su crónica «El genio de una noche», ha sido una pieza musical decisiva y protagonista en el desarrollo y la evolución de toda una nación. Francia, durante muchos años, ha enardecido el canto de este himno y lo ha mandado a reproducir en todos los cafés y plazas, sin embargo, también ha habido años en los que la canción ha sido prohibida e incluso destruida.
Lo que sucede con La Marsellesa es que es una obra maestra. Y como obra maestra, evoca muchos sentimientos, despierta muchas emociones, revive el pasado y pone sobre la mesa diversos ideales eternos. Por lo tanto, no hay una sola manera de interpretarla, sino que, como pieza universal, se abre para que cada quien la interprete como quiera. Y eso precisamente es lo que ha causado tanto su prohibición como su adoración.
Cuando el humilde y modesto poeta, Rouget, escribió la letra y la música de esa nueva obra musical en la madrugada del 26 de abril de 1792, jamás pensó que se convertiría en La Marsellesa, el himno de la Revolución Francesa.
Él la escribió con placer y sin pretensión. Nunca imaginó que la pieza a pocos meses se convertiría en el himno de las tropas francesas que luchaban contra Austria, nunca imaginó que luego sería prohibida por el emperador Napoleón y los Borbones, tampoco pensó que sería amada por los revolucionarios de 1830 y que sería también cantada con euforia durante la Primera Guerra Mundial.
Pero Rouget, menos imaginó que después de casi dos siglos y medio, su canción seguiría estando en el centro del debate político e intelectual de su patria, Francia.
La Marsellesa es una obra que exalta los ideales de la Revolución Francesa: Igualdad, fraternidad, libertad. Muchos gobiernos y muchas provincias francesas la han cantado por años celebrando y exigiendo esos ideales. Por otro lado, es una canción nacionalista que exige autonomía y celebra la soberanía del pueblo francés.
En otra mano, La Marsellesa es un himno republicano que repudia la monarquía y aboga por la separación de poderes. Y en la otra mano, este es un himno de guerra, cantado para avivar el coraje y tocado para sustentar la fuerza como mecanismo de acción.
Como se puede ver, la canción de Rouget tiene muchos motivos para ser querida y muchos otros para no serlo. Emmanuel Macron, quien acaba de ganar las elecciones presidenciales a la ultraderechista, Marine Le Pen, ha realizado su primer encuentro con sus seguidores utilizando el himno de la Unión Europea de fondo y no La Marsellesa. Con esto, Macron, claramente quiere desligarse de las pretensiones nacionalistas y localistas de su contrincante y a la vez realiza un llamado a los países de la región europea a unirse.
Al comienzo, con la victoria de Macron, algunos pudieron pensar que La Marsellesa que clama por el buen desarrollo de la república estaría más presente que nunca. Sin embargo, Macron tiene otra visión del himno. El nuevo presidente de Francia parece ser un joven con unos ideales muy claros y una visión muy fija sobre su nación y el futuro que quiere para ella, aunque no la tendrá fácil durante su gobierno, pues tendrá una oposición aguerrida y un pasado que pesa mucho.
El poder de La Marsellesa y todos los líderes y políticos que adoran sus ideales estarán enfrentándose a la voluntad de Macron o puede que, improbable pero esperanzador, terminen apoyándolo. La nación de las luces comienza una nueva etapa de su historia o mejor dicho, se inicia el capítulo de Macron en la historia de La Marsellesa.
En este momento hay mucha incertidumbre. Algunos celebran el nuevo gobierno, otros lo lloran. Pero sin duda, lo más interesante de esta situación, desde el punto de vista artístico, es la importancia y el peso que puede llegar a tener una pieza musical en la historia de un país y de un pueblo. La Marsellesa, como los clásicos literarios, sigue más presente que nunca y seguramente lo seguirá estando por cientos de años más.
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