Lo que pudo ser y no fue, así resumiría La La Land (2016) si me pidieran que diera una sinopsis con un poco de spoiler. Sin embargo, este largometraje dirigido por Damien Chazelle, el mismo de Whiplash (2014), nos muestra más que una simple historia de amor, porque nos trae de regreso el Hollywood clásico y el jazz de la época dorada.
La ciudad de Los Ángeles es cómplice de Sebastian (Ryan Gosling), un pianista que desea abrir su propio bar para improvisar jazz todas las noches, y de Mia (Emma Stone), una actriz que trabaja como mesera en una cafetería dentro de los estudios Warner. Ambos luchan por equilibrar la realidad y los sueños.
“El jazz está muriendo”, le dice Sebastian a Mia en una de sus citas, pero el swing y el bebop no descansan en la segunda entrega de Chazelle, con la que provoca bailar y cantar una y otra vez. Además, la trompeta y el piano, que son dos de los instrumentos que más tienen presencia dentro del ambiente rítmico, crean la atmósfera perfecta para el nacimiento de un romance.
Los musicales siempre han sido un género peligroso que exige un excelente soundtrack y en el caso de La La Land demuestra que lo obtuvo a través del viaje sonoro que acompaña la narrativa del filme. También nos encontramos con un leitmotiv muy marcado: un solo de piano que poco a poco descubre la canción Epilogue, la cual es un brillante popurrí de las diversas piezas que conducen el trayecto emocional de Mia y Sebastian.
El éxito es gracias a Justin Hurwitz, también compositor de la banda sonora de las películas anteriores de Chazelle, quien supo entender las demandas del director y apostar por recuperar lo mejor del musical tradicional a través del tono nostálgico presente en cada una de sus notas.
Chazelle no solo realiza un homenaje a los musicales antiguos, sino que hace referencia al jazz para demostrarnos una vez más que es un gran apasionado por este estilo de música. Así que en varias oportunidades el protagonista de la película nombra a personajes legendarios del género como Hoagy Carmichael, Miles Davis, Louis Armstrong, Kenny Clarke y Thelonious Monk, quienes ejercieron una fuerte influencia al momento de componer el soundtrack, pero Carmichael es quien más predomina.
No queda duda de que un gran logro de Hurwitz fue combinar ritmos tan distintos como el jazz puro, la fusión pop de John Legend, éxitos de los 80 y temas melancólicos. Tanto así que los acordes llegan a tener vida propia, hablando más que los actores. Además, dentro de todas las nominaciones que tiene La La Land en los premios Oscars aspira a ganarse las estatuillas de las categorías Mejor Banda Sonora y Mejor Canción Original en la que compite contra sí misma con las melodías City of Stars y Audition.
El filme puede dejar un sabor agridulce, pero nos envuelve con la magia del jazz y nos hace creer que el pasado es cosa del futuro, por lo que tenemos un clásico que evoluciona para el siglo XXI. ¿Y tú? ¿Dejarías morir el jazz y te irías con la chica?
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