“Nombra un genio que no esté loco”, dice Kanye West en su canción “Feedback”. La frase en particular se quedó retumbando en mi cabeza, porque en realidad es una cuestión bastante acertada. Peligrosa, pero acertada. Los personajes que han cambiado el mundo no son precisamente aquellos más cuerdos.

‘Frank’ (2014) explora esta afirmación, contando la historia del vocalista de la banda The Soronprfbs, un enigmático personaje con una cabeza falsa de papel maché que jamás se quita. Ni sus mismos bandmates han visto su cara. La narración está basada en Frank Sidebottom, el alter ego de Chris Sievey, un músico y comediante inglés de los  80 que usaba una cabeza falsa al momento de presentarse. A veces se olvidaba de quitársela, y simplemente se mantenía en el personaje.

 

Jon Ronson, un escritor otrora músico, conoció en persona a Chris y Frank, y sus vivencias fueron inspiración para la película. En ella, su personaje es interpretado por Domhnall Gleeson, y se transforma en un joven músico frustrado que ve la oportunidad de surgir cuando conoce a los Soronprfbs, una agrupación cuyo tecladista intenta suicidarse y ven en Jon un buen reemplazo.

Cuando Jon acude al llamado y conoce a Frank, queda impactado, y en cierto grado hasta embelesado con lo misterioso y enigmático de su personaje. Piensa que es un alma atormentada, que atravesó una serie de sufrimientos y penas que lo hicieron querer encerrarse y distanciarse del mundo.

Cegado por la idea de formar parte del círculo de este incomprendido, y usarlo como plataforma para su propio éxito, Jon se une a The Soronprfbs en una experiencia bastante clichosa pero infalible: un aislamiento forzoso en una cabaña en medio del campo, de la cual no saldrán hasta tener el disco listo. Jon comienza a conocer más íntimamente a Frank, a su genio musical, su capacidad de innovación, de sacar música de cualquier lado, como un mago saca un conejo de su sombrero. Adicionalmente, empieza a registrar a través de sus redes sociales, como si se tratase de una especie de diario público, los ensayos de la banda, sermones e ideas. Así la banda empieza a ganar cierta popularidad.

Poco a poco se va haciendo más evidente, al menos para nosotros, la inestabilidad y peculiaridades de los miembros de la banda. Frank sigue siendo una especie de incógnita, pero algo no calza del todo. Cuando terminan de grabar el disco, Jon revela que ha estado grabándolos todo este tiempo, e insiste en que se han vuelto masivos en las redes, al punto en que los invitaron a participar en el festival SXSW.

Con esta noticia, Frank comienza a delirar, y está encantado con la idea de tocar en el festival, aunque una cosa le inquieta. Le preocupa que su música no sea precisamente para todos los gustos, y quiere trabajar en nuevas ideas, unas más “gustables”. Si la presencia de Jon no había generado mayores molestias (aunque los de la banda desde un principio lo percibieron como un invasor), sus acciones ya estaban empezando a afectar directamente el ecosistema de la agrupación. Estaban viviendo una transición de una banda experimental donde literalmente cada sonido “es inspirador” y tocan para ellos, a ser expuestos al ojo público y tener que responder ante determinadas expectativas.

 

Cuando llegan hasta el festival y se dan cuenta de que realmente no tanta gente los conoce, la mente de Frank empieza a desplomarse, y con ella el resto de la banda. Excepto Jon, el único que sigue sediento de éxito y atención, a pesar de que le haya costado su banda a Frank, cuando era en realidad todo lo que tenía. Ahí es cuando Jon conoce la verdadera naturaleza de Frank, una donde, si no se respeta el orden preestablecido de las cosas, su mundo se desequilibra, y se vuelve prácticamente un desquiciado.

Tras una serie de acontecimientos, finalmente el ecosistema vuelve a la normalidad, las estructuras recobran su forma, The Soronprfbs recuperan su sonido y Jon regresa al mismo lugar en donde estaba.

Cuando no se respeta el curso natural de las cosas y los procesos tanto propios como ajenos, los engranajes de los proyectos empiezan a desconfigurarse. La prisa y la ambición terminan llevando al artista al delirio. El resultado final puede terminar siendo un producto sin alma, que acabará consumiendo el espíritu del que tiene que enfrentarse a diario con ese trabajo.

El personaje de Frank simboliza esa chispa de pureza y creatividad a la que hay que estar atenta al momento de dar los primeros pasos tanto como artista como profesional, en general. Autosabotearse se torna algo sumamente sencillo cuando, en lugar de escuchar lo de adentro, nos enfocamos en lo externo, en lo que “conviene” para satisfacer a la audiencia, y, asumiendo el título de puritana, ese realmente no es el camino, o por lo menos no un camino que todo el mundo disfrutaría recorrer. La fidelidad al propio ser, el mantener la autenticidad, que no es más que la propia perfección, es lo que tarde o temprano terminará siendo la gasolina que propulsará el cohete a donde sea que esté apuntando nuestra intención.