Para el público y los fanáticos, que muera un artista es un hecho lamentable. Para las disqueras, el cuento es algo diferente. Por muy cruel que esto vaya a parecer: para una empresa discográfica, que uno de sus grandes artistas fallezca es de las mejores noticias que pueden recibir, y una especie de celebración se da ese día en sus cuarteles principales.
Por retorcido que suene, esto se da por el hecho de que cuando un importante personaje de la industria de la música fallece, las ventas de su obra aumentan en cantidades sin precedentes. Este es un curioso fenómeno que resulta de la mezcla de la sensibilidad de las audiencias con la publicidad masiva que representa la muerte. Este suceso no sólo se da con los músicos, sino con los actores y sus películas, o los autores y sus libros.
Un estudio realizado en el 2014 por Dr. Leif Brandes y otros para la Universidad de Warwick sobre la publicidad relacionada con la muerte en cuanto a la industria de la música, indica que las causas de este fenómeno que se genera en las ventas parten de diferentes puntos.
Los primeros generadores del aumento de las ventas de un artista son los clientes existentes, es decir, los fanáticos del músico en cuestión. Estamos hablando de todos aquellos que conocían al artista, gustaban de su música y sentían alguna conexión emocional con él. Al enterarse de su muerte, sienten una especie de deber moral de adquirir su material, ya sea uno que ya tienen, pero en otro formato (por ejemplo: complementar el mp3 de ‘Hunky Dory’ [1971] de David Bowie con un vinil de colección, o viceversa), o el material del artista que no tenían para completar su colección (es decir, teniendo los best sellers de David Bowie, quiero llegar a conocerlo más aún adquiriendo sus discos menos rankeados).
Los que terminan de empujar estas ventas a un punto sin ningún tipo de antecedentes son los nuevos clientes. Son todos aquellos que no conocían al artista y buscan adquirir el mejor material que tiene, es decir, los discos y singles más famosos y que llegaron a las mejores posiciones en las carteleras alrededor del mundo. Estos clientes son los que más influyen en este disparo de ventas, y son consecuencia del hype que se genera en torno al artista y su muerte.
Los medios de comunicación cumplen un rol fundamental. Cuando ocurre la muerte de un personaje, la noticia se reproduce a una velocidad que sólo internet permite. Cuando no hablamos de un personaje cualquiera, sino de un importante músico, esta noticia viral que llega a manos de todo el mundo influye directamente en las audiencias. Los titulares de las noticias se reparten en las mejores canciones del artista, sus mejores discos, sus mejores presentaciones, y hasta sus más innovadores cambios de look. El bombardeo de información es gigantesco, y al estar constantemente expuestas a estas noticias, las audiencias se ven atraídas por la idea de comprar sus mejores discos, y sus más importantes sencillos, quizás por curiosidad o bien por presión social.
El resultado tangible de todo esto se ve en el magno incremento de ventas de un artista, que en casos, en un lapso de algo tan breve como 3 días desde su muerte, ha llegado a ser hasta de un 42000%, como lo fue el caso de Prince, quien falleció 21 de abril de este año. Para el 25 de abril se registraron 579.000 álbumes vendidos, cuando el día antes de que se anunciara su muerte había vendido unos 1.400. Nada más que el mismo 21 de abril vendió 239.000 discos y en el transcurso de ese fin de semana fueron descargadas 2.3 millones de canciones suyas, siendo la canción más descargada “Purple Rain”, naturalmente.
Otras importantes superestrellas con registros de disparos de venta históricos a causa de su muerte incluyen a David Bowie, quien falleció a principios de este año, o Whitney Houston, Michael Jackson, Amy Winehouse, Lou Reed, Lemmy Kilmister e incluso Gustavo Cerati. Michael Jackson vendió unos 9 millones de álbumes tres semanas después de fallecer, cuando tres semanas antes del trágico suceso padecía de una connotación negativa en la opinión pública y sólo era recordado por los escándalos en los que se encontraba envuelto. Whitney Houston rompió un récord cuando falleció al conseguir que tres de sus álbumes estuviesen al mismo tiempo dentro del Top 10 de la cartelera Billboard. Amy Winehouse multiplicó sus ventas 37 veces tan solo cuatro días después de anunciada su muerte.
Por la causa que sea, ya sea remordimiento, curiosidad, o ganas de estar en todo, la cosa es que la muerte de un músico importante se vuelve el punto cumbre de su carrera -justo cuando no puede disfrutarlo-. Su nombre aparece en cada titular, su música vende más que nunca y su audiencia incrementa considerablemente. Si nos mantenemos viéndolo desde el lado puro, podemos ignorar toda la montaña de dinero que disqueras y familiares están recibiendo a cambio de la obra que no hicieron, y enfocarnos en el importante legado de los artistas, que tanta inspiración dieron en vida y más aún ahora que no están.
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