No es un secreto. Sabemos que el trap llegó para quedarse incluso entre quienes no lo entienden pero inevitablemente mueven los hombros, una pierna o las manos al escucharlo.

Si bien posiblemente se trata de una moda musical que debe ser asumida como tal, sin mayores pretensiones ni juicios, se ha convertido en el negocio del momento para empresarios musicales, productores y artistas, gracias al poder que trae en sí. Sus detractores la etiquetan de ofensiva y denigrante ¿Pero acaso no lo fue la lambada en su época? ¿Acaso no dijeron lo mismo del reggaetón cuando empezó a posicionarse?

Lo cierto es que hoy día el llamado “género urbano” se ha logrado colar en las pistas de artistas sumamente disímiles a él, por ejemplo Daddy Yankee con Linkin Park o Gente de Zona con Miguel Bosé.

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Pero no nos confundamos: reggaetón y trap no es lo mismo. Se parecen, sí. Ambos provocan calentura, sí. Parecen la evolución de “mami llegó tu papi con el funkete, sacúdelo”, sí… Pero para tu cultura pop es mejor educar el oído, escuchar la mayor cantidad de música posible y comenzar a discriminar si aquello que hace querer usar un medallón enorme como complemento ideal al look para una rumbita (tempranera, porque en Venezuela nos han puesto un toque de queda involuntario y disimulado) es trap o reggaetón:

¿Suena latino? Es reggaetón. Naturalmente. Es un género oriundo de Puerto Rico y Panamá ¡Así que suena a Caribe! He de ahí que muchos temas usen samplers de Fania All Stars, por ejemplo…

¿Suena moderno? Es trap. Es más cool, es más sexy, es para disfrutar, es complicado de entender para los “mayores” y demasiado fastidioso para los “chicos”.

¿Te excita? Es reggaetón. En el libro de Blackie Books “Mierda de Música” dicen una frase que resume este punto: el reggaetón da ganas de vivir, el trap las quita. Uno es optimista, el otro no. Pero la prueba infalible es que si te pones horny (cachondo, quesuo´) es un reggaetón.¿Drogas y armas de sobra? Es trap. Este es un punto delicado, porque en verdad tanto en el reggaetón como en el trap se hace oda a los excesos, reflejando un estilo de vida donde disfrutar la movie es prioridad, esa vida de película loca llena de sórdidas situaciones. Pero en el trap tienden a magnificarse, pues el género viene del sur de Atlanta (EEUU) donde la violencia marca la pauta y las canciones reflejan esta realidad. Por eso un buen trap genera la necesidad de asaltar un banco y huir a toda velocidad.

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¿Te dan ganas de un roncito? Es reggaetón. La historia muestra que en las fiestas latinas se bebe mucho pero se bebe barato y el ron siempre ha estado entre los costos estándar. Así que se sirve solo o con Coca Cola (publicidad por emplazamiento) y chao. Escuchando trap el cuerpo pide Preveral, Dalsy o el jarabe de tu preferencia con Chinotto (más publicidad).

¿Lo tocas con bolígrafos y haces ritmitos con la boca? Es reggaetón. La evidente diferencia entre el trap y el reggaetón es el ritmo y aunque seas de quienes tienen pies por oídos, lo vas a notar. El trap necesita mucha más producción, lengua suelta, agilidad y verbigracia; mientras que el reggaetón suena con unas onomatopeyas, clave de salsa y cualquier especie de percusión.

Y claro ¿Dicen que no es trap? Es trap. Evidentemente. Muchos de los pioneros del género en determinado momento negaron hacerlo por no compartir su filosofía de  vida pero si los beneficios de la industria. Antes de ser artistas eran solo seguidores del trap y lo popularizaron a pesar de no tener un arsenal de armas en casa, kilos y kilos de coca pero si amar el dinero en cantidades inmensurables, la fama y la opulencia.

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Nota: estas líneas se escriben desde el respeto a los artistas de trap y reggaetón sin distinción ni favoritismo por uno u otro, sin juicio ni malas intenciones a sus creadores, productores e intérpretes.