El instituto Goethe de Caracas, ubicado en la conflictiva zona de Altamira, se vio el día domingo, 26 de junio, envuelto por una burbuja cultural que logró aislar por unas horas a las personas que allí se encontraban. Por unos minutos la expo venta vinyl, centrada en música alemana, logró elevar aquel edificio y ubicarlo en un oasis donde no había bombas lacrimógenas, ni perdigones asesinos, sino solo curiosidad intelectual y ganas de escuchar buena música.

A menos de un kilómetro del evento, en la misma zona, un grupo de militares y obreros fortalecían la cerca perimetral de la base militar La Carlota. Ese aeropuerto que se ha convertido en zona de muerte y represión estaba allí mismo, a tan solo unas cuadras de distancia, sin embargo la extensión que existe entre las armas y el arte es tan pronunciada como la extensión que existió por unos minutos entre esas dos realidades tan distintas.

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Por 7 horas, la planta baja de la torre AltAvila brindó, gracias a la organización de Juan Carlos Ballesta, Félix Allueva y del instituto alemán, un espacio lleno de vinilos, CD’s, libros de música y cervezas. Al entrar con lo primero que se encontraba el público era con una gran cantidad de esos antiguos y grandes discos con sus estrambóticas y genuinas portadas. Estaban divididas por puestos, unos al lado de los otros, resistiendo el tiempo y a todas las manos que los tomaban para examinarlos.

Más adelante, en un pequeño cuarto, se encontraba una nutrida exposición de vinilos clásicos también con sus respectivos artes que a diferencia de los de afuera, estos reposaban separados y arreglados para ser apreciados, en una repisa de vidrio. Los visitantes entraban, echaban un vistazo, comentaban y volvían. Había tantos hombres como mujeres y de todas las edades, aunque todos tenían en común el negro de alguna prenda, la afición por las melodías y un deseo de pasarla bien.

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            Siguiendo el recorrido por un angosto pasillo, se abría, entre dos cornetas amplificadas y diagonal a una pantalla de video beam, lo que cualquier podría confundir con un moderno set de Dj. Sin embargo, la solidez, el color y la pura presencia de aquellas maquinas advertían que no eran eso, sino algo más interesante: Dos tocadiscos puestos sobre la misma mesa, uno al lado del otro. Más atrás, casi escondidas, se podían ver cajas repletas de vinilos. Parecían ser la colección de aquel hombre, Juan Carlos Ballesta, quien recibía a la gente que se acercaba a escuchar la charla que estaba a punto de empezar.   

En aquel lugar lleno de sillas, de ojos curiosos y de pelos largos, Ballesta dio una clase magistral sobre la música electrónica alemana de los años 70. Comenzó hablando del vinilo, sus comienzos en los años 50 y su evolución. Luego se centró en la música alemana de aquella época abarcando la industria de las disqueras como OHR y Brain, y poniendo a reproducir algunos temas de bandas como Klaus Schulze, Can y Kraftwerk. Entre inquietudes de los espectadores y la buena música, los 60 minutos de la charla volaron y se acabaron, dejando abierto un mundo desconocido para muchos.

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Al finalizar la charla, los anfitriones invitaron a cerrar la tarde con un largometraje sobre música alemana. Algunos fueron directo al salón donde se proyectaría la cinta, otros se quedaron comentando lo explicado por Juan Carlos y otros sencillamente volvieron a la exposición y venta de vinilos o fueron a buscar otra cerveza. Así, entre arte y música, se fueron las horas y acabó la exposición.

El evento, sin duda alguna, dejó en la mayoría de los visitantes una excelente energía alimentada por la cultura y por el deseo de los organizadores de construir país a través de la música. En la calle, en los barrios y en las plazas, Venezuela seguía y sigue siendo el mismo país destruido por la ambición y la corrupción, no obstante la Expo Venta Vinyl fue una ventanita que muy bien refleja lo que queremos como sociedad y lo que vendrá pronto con el favor del esfuerzo de todos nosotros.