Iniciar un proyecto musical es algo sencillo y agradable porque este tipo de iniciativas suelen salir de deseos sinceros y limpios. El artista que empieza a crear música, como el escritor que escribe sus primeros versos, lo hace porque lo necesita, porque lo hace feliz y porque lo complementa. Hacer arte, en su etapa inicial y básica, es una actividad honesta y sin más fin que el placer.

Sin embargo, cuando la música deja de ser un hobby y empieza a convertirse en parte esencial de la vida, el artista ya no toma la música como una simple distracción o como un simple mecanismo de desahogo, sino que empieza a ver el arte como una forma de vivir y como una forma de ser.

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Cuando la música llega a ese nivel en la escala de prioridades de la persona, todos los sueños que pudo haber tenido ese hombre o esa mujer se ven reemplazados por uno que se convertirá en el pensamiento del día a día: La consolidación del proyecto artístico. Cuando la música se apodera de la mente del artista, este no tiene más remedio que trabajar a diario por ella, por su perfección y por su difusión.

Allí, en ese momento, es que la fase inocente y principal del proyecto musical llega a su fin y empieza otra fase mucho más seria con la que el artista deberá luchar diariamente y sin descanso hasta poder por fin alcanzar la meta, es decir, la consolidación.

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Antes de seguir es preciso aclarar que la consolidación debe ser entendida como la etapa en la que el proyecto artístico alcanza vida propia y se puede mantener, tanto económicamente, como intelectualmente, por sí solo. La consolidación no es fama, es reconocimiento. Es, en pocas palabras, lograr una relación sólida y duradera, entre el público y el arte, que le permita al artista dedicarse de lleno a la creación.

La fase de la consolidación viene a ser mucho más compleja que la fase inicial del artista ya que encierra en sí mucha más seriedad y mucho más compromiso. Durante esta segunda fase el artista se debe enfrentar, dentro de muchos otros, a dos frentes principales: El frente intelectual y el frente humano.

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Se le llama frente intelectual a esa serie de decisiones y conflictos creativos de carácter internos que el artista debe superar para realizar sus piezas. Es decir, son todos esos caminos que el artista debe elegir, sabiendo que al tomar uno deja por fuera a los otros. Por ejemplo, cuando el músico elige un género o elige un acorde, está excluyendo a los demás. Esa constante toma de decisiones al momento de crear puede causar graves frustraciones que pueden convertir al proceso creativo en una verdadera pesadilla.

No obstante, con dedicación, tiempo y esfuerzo, la creación se va armando por si sola y lo que alguna vez pareció ser una pregunta indescifrable, termina mostrándose como una respuesta.

Por otro lado, el artista se debe enfrentar con el frente humano que ya no se trata de un asunto creativo e interno del artista sino que trata de un asunto humano y social. Como es bien sabido, todas las industrias están dominadas por organizaciones jerarquizadas compuestas por hombres y mujeres, y para poder resaltar, destacar o para poder simplemente ser atendido por esa industria es necesario tener contacto con alguna de esas personas que conforman las organizaciones.

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Resumidamente, el frente humano es ese terreno en el que el artista debe luchar con seguridad y perseverancia hasta que lo tomen en cuenta y tomen en serio su trabajo. Si este frente no es bien trabajado, sencillamente la música, aunque sea maravillosa, no tendrá ningún impacto porque no llegará a ningún lado sin la ayuda de las personas que conforman la industria musical.

Como se puede ver, el desarrollo de una banda no es algo sencillo. Se debe primero empezar, es decir, empezar la fase inicial. Luego viene la fase de la consolidación en la que el artista debe confrontar el frente intelectual y el frente humano. Después de eso, aunque la inconformidad es una característica de los artistas, el músico puede finalmente respirar.

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Por eso aquellas bandas que han logrado irse del país y han conseguido adaptarse y construirse un nombre fuera de sus fronteras natales, son dignos de admiración. Estas agrupaciones no solo iniciaron un proyecto y lo convirtieron en su proyecto de vida, estos muchachos no solo alcanzaron la fase de la consolidación y triunfaron tanto en el frente intelectual como en el frente humano, sino que además lo hicieron dos veces.

Una cosa es consolidarse en el país en el que el artista ha crecido y con las personas que siempre ha conocido y otra cosa es consolidarse en un país extranjero con otra visión de la cultura, del arte y de la música. Muchas bandas, como La Vida Bohéme y Okills lograron eso dos veces: Una vez aquí en su país, Venezuela, y la segunda vez allá en el exilio musical.

Si ya es complejo irse con una carrera tradicional y demandada como la publicidad o el mercadeo, irse siendo artista es mucho más complicado. Sin embargo, muchas agrupaciones venezolanas han demostrado que sí es posible. Estos, más allá de estar dejando en alto el nombre del país y de nuestra cultura, demuestran que el talento venezolano es internacional y que con trabajo duro hasta lo impensable se puede lograr.