En su reporte semanal, Billboard compartió que Kendrick Lamar se encuentra en el primer puesto por segunda semana consecutiva gracias a su disco ‘DAMN.’ Nada más en la primera semana el disco vendió unas 600,000 unidades – midiendo esto entre descargas y streams. La siguiente semana, se vendieron otras 238,000. Destronó a los reyes de la cartelera, Drake y Ed Sheeran.

Desde que el álbum fue publicado, cada una de las canciones entró en la cartelera Billboard Hot 100. Es decir, Kendrick consiguió ocupar 14 posiciones distintas en una misma semana, incluyendo el primer puesto con su sencillo “HUMBLE.” De la misma forma, las críticas al disco lo ponen como el lanzamiento del año. Incluso su mamá dijo que es el mejor álbum que ha publicado.

Esto parece sencillo de decir, pero tiene todo un trasfondo. ¿Qué es lo que ha hecho que Kendrick sea tan popular? ¿Que lo tilden de el artista que “salvó el rap”? ¿Salvó de qué, exactamente? “Del camino que está tomando”, dirían algunos. Me he visto a mí misma planteándome esa duda. ¿A dónde va a parar el rap? En especial el nacional, donde los más lacras hacen colaboraciones con los artistas más poperos del momento; otros le entraron de frente al trap y al “mumble rap” (el rap que no se entiende nada); y otros mantienen la esencia clásica, algunos orgullosos de portar el estilo de los 90. A estos últimos los tildamos de “salvadores”.

La cosa es que el rap, al final del día, es arte. Y los artistas, como seres humanos que son, evolucionan, viven distintas etapas y vertientes, y en consecuencia, el rap también lo hace. Lo ha hecho desde siempre. No necesita salvadores, pues simplemente son variaciones de estilo que hay que aceptar. Si a ti no te gusta, ten por seguro que a alguien más sí.

Pero el mundo del arte, siendo como es, se encuentra en una “perpetua decadencia” de la cual necesita ser rescatada. Así lo ve el público. Cuando consiguen al salvador, no lo dejan ir. Y la mayoría de estos salvadores se toman demasiado en serio su rol, y terminan convirtiéndose en una elevada parodia de ellos mismos. Su ego termina siendo su destrucción, y quedan como leyendas con un legado, pero nada de futuro.

Lo mágico que tiene Kendrick Lamar, y la razón por la cual una música tan evidentemente sectorizada como la suya (sus últimas producciones han sido odas a la raza negra y serias críticas y alusiones al contexto racista de Estados Unidos) ha calado al punto de volverse masiva, es el hecho de que es un salvador que no se ve a sí mismo como tal. Kendrick nunca habla de un yo. Habla siempre de un nosotros.

Claro que Kendrick tiene ego y lo celebra. Nadie llega a la cima del mundo sin un poco de eso. Pero el concepto que Kendrick ha dado a su música se ha ido intensificando progresivamente. Claro, ‘To Pimp a Butterfly’ es bastante más explícito y agresivo en cuanto a la temática de las injusticias sociales y raciales. Pero con ‘DAMN.’ pasa a ser algo que va más allá, que no solo habla de los negros, sino que habla de él y de ti. Y sobre todo, con este último disco se encarga de desmontar cualquier tipo de altar que se le haya hecho a su persona. Destaca sus errores, sus pecados, y se deja ver como lo que es: no un artista que se considera la cremita, sino uno que tiene que mejorar, siempre va a encontrar fallas en él, que las críticas, más que inevitables, son necesarias para crecer.

Esto es lo que vuelve a Kendrick Lamar un rapero excepcional. Se mira a sí mismo y se cuestiona. Cuestiona lo que está haciendo mal y cómo mejorarlo, más allá de lo que está haciendo bien y como repetirlo. No se pinta a él jamás como una leyenda o como dueño del mundo, a diferencia de artistas como Tupac o Kanye West. Kendrick se encarga de mostrarse como humano, como alcanzable, lleno de dudas e inseguridades. Sabe que no tiene todas las respuestas, y se esfuerza por hacer las preguntas correctas.

Ese carácter tan humano que da a sus letras lo hace enfocarse en las cosas verdaderamente importantes y que le dan longevidad a la música, más allá de la viralidad que puedan tener cosas como “Hotline Bling”. Hace unos días, en una entrevista con Zane Lowe, dijo que quiere que ‘DAMN.’ viva por 20 años. Por las características del disco, esto es algo perfectamente posible.

‘DAMN.’ es su disco “problemático”. En todos sus álbumes involucra mucho de su vida y sus vivencias, pero este se basa en sus pensamientos, en sus reflexiones, en su espiritualidad, en las dualidades que vive como artista. Además, estas dualidades las enfatiza en la linealidad del álbum, empezando con “PRIDE.”

“El amor te va a matar, pero el orgullo va a ser nuestro fin”. Así abre el tema en el que, irónicamente, Kendrick decide bajar la cabeza y hablar de lo perjudicial que es el orgullo, y de lo necesario que es reconocer y admitir los errores propios. “HUMBLE.”, el tema que le sigue, es por el contrario, el momento más egocéntrico del disco, con la intención de llamar la atención de los demás y ponerlos en su sitio. La dualidad se mantiene en los temas siguientes, “LUST.” y “LOVE.” La lujuria más carnal contrastada con el amor más puro.

Kendrick hace lo posible por mantenerse real, y esta actitud ha llevado a que el público se sienta identificado con él y su manera de presentarse ante el mundo que le rodea. Es por esto que se da la paradoja de que ahora es considerado el mejor rapero del mundo. Kendrick decidió asumir la responsabilidad que eso implica, pero no con arrogancia, sino con un gran miedo a fallar, y con mucha cautela. No vemos a Kendrick como el tipo que piensa que siempre se la está comiendo, sino como el que nunca sabe con certeza si está haciendo las cosas bien.

Las cosas se tornan más intensas con el tema “FEAR.”, que habla básicamente del miedo que tiene Kendrick de perder su humildad y perderse a sí mismo, y sobre todo el miedo que le produce las consecuencias que esto podría traer ante Dios. Otra dualidad. La idea de empezar a creerse el cuento de “el mejor rapero del mundo” le aterra y le rehuye, pues sabe que en el momento en que pierda su humildad y su carácter, se encontrará de frente con las consecuencias y con Dios, y ahí estará verdaderamente perdido.

Que estas ideas hayan conectado de manera tan genuina con el público es consecuencia de que Kendrick no se siente más que el prójimo, sino un ser lleno de imperfecciones, con el don de la palabra para darlas a conocer. Y el hecho de que lo haya logrado y se mantenga con la cabeza fría y los pies en la tierra, lo vuelve verdaderamente el mejor artista de hip-hop de la actualidad.